jueves, 27 de octubre de 2011

Global Communication en el Teatro Infanta Isabel


La época dorada de festivales y conciertos que nos ha tocado vivir ha tenido consecuencias tan agradecibles como la vuelta a los escenarios de bastantes grupos que creíamos retirados en sus casas de campo, ya sean Sonics, ya sean Pulp. Pero recientemente han sido las formaciones de electrónica las que han decidido volver, aunque fuera para recuperar lo que más orgullo les da de sus creaciones durante los 90, probablemente la edad de oro del género (aunque sea en popularidad), como ha ocurrido con Leftfield. Mark Pritchard y Tom Middleton no han parado desde que dejaron de producir temas como Global Communication, el segundo variando entre el house y el ambient, y el primero tocando practicamente todos los palos posibles, pero supongo que ambos mirarían con nostalgia el disco que les mitificó entre los aficionados, “76:14”, y por ello quisieron hacer una gira del tipo “performs”. Lo cual fue una excelente noticia para los aficionados al grupo.

En el Teatro Infanta Isabel, un marco fabuloso para este tipo de concierto, fue donde Global Communication dieron el segundo directo en el país tras el paso del Sónar, y esta vez englobado en las actividades de la Red Bull Music Academy. Tras un telonero que tuvo la mala fortuna de ser ubicado en el bar del teatro y con un volumen bastante bajo, comenzaron Pritchard y Middleton de la misma forma que comenzaron su directo en el Sónar: interludio de “comunicación global” y adelante con el 4:02, sucediendo a ésta la parte estrictamente ambient del álbum, a veces con alguna variación y con visuales generalmente atractivas con motivos espaciales, alienígenas, biológicos, geométricos. Es todo un flashback disfrutar de algo que suena tan a los 90, cuando las portadas de la electrónica tenían siempre motivos de ciencia ficción, cuando todo podía aún ir a mejor, cuando el ambient y la new age no eran mayoritariamente una parodia de sí mismos.

Sin embargo, y seguramente sea por mi calidad de enamorado de sus producciones lo que me hace mucho más exigente, creo que hay varios puntos discutibles en su puesta en escena. Las visuales, desplegadas en un par de pantallas convexas en ángulo recto, tapando a los autores de la música, sólo podían verse bien desde bien lejos y bien centrado en la sala. El repertorio sólo cubría la mitad del disco al que se hace homenaje, dejándose en el tintero cualquier apunte funk, downtempo o electro que tiene éste, y apuntes que son vitales en su perfección, ya que la gran virtud de 76:14 es precisamente el equilibrio entre los sonidos e influencias (Vangelis, Larry Heard, Chicago, Detroit...) a través de una secuenciación bien cuidada.

El resto del concierto tuvo uno de sus remixes del “Blood Music” de Chapterhouse (“Epsilon Phase”, remix de “Love Forever”), que me volvió desear una vuelta de Chapterhouse a los escenarios de la península, y un par de temas que se encontraban en el segundo disco de la reedición de 76:14 : el estupendo “Incidental Harmony”, con ecos del IDM de Warp más clásico, y el reconocido tema house “The Way (Secret Ingredients mix)”, que para quien escribe no es precisamente lo mejor del repertorio de esta pareja artística.

Pero incluso con estos puntos negativos el concierto era, simplemente, imprescindible. Es una muestra de la riqueza de un tiempo y lugar de la música electrónica, con un álbum en cuyo género reina junto con lo mejor de The Orb, KLF, Mixmaster Morris o Jonah Sharp, es una oportunidad única de ver la creación de ambient en directo, y el recinto que acogió este evento no podría haber sido mejor. Añádase a esto el público más educado que ha tenido la capital en muchísimo tiempo, y queda una experiencia irrepetible, de viaje cósmico a tiempos mejores, que pocos de los asistentes vamos a poder olvidar. Si tenéis la mínima curiosidad por este estilo de música, no os los perdáis la próxima vez que presenten este disco.

martes, 25 de octubre de 2011

Retrospectiva festivalera (segunda parte)


Hola, sigo con esta crónica de mi dinero gastado por el bien de la música y de los pelotazos festivaleros.

DIA DE LA MUSICA

Que nadie se lleve a engaño: pese a que coincidía el fin de semana con el Sonar, pude llegar a tiempo a este festival. ¿Cómo? Fácil: empalmando el Sónar, cogiendo un ave a primera hora, y cargando con la maleta desde Atocha (sí, se me ocurrió llegar andando en pleno fin de semana de calor aberrante de junio), y llegando a tiempo al concierto de Pony Bravo, razón principal por la que me apunté a ese festival un día. Y bueno, lo que empezó siendo algún concierto, tuvo cierto empaque en una explanada en Principe Pío (con, recordemos, un cartel nacional bastante espectacular) y el año pasado fue trasladado al Matadero, ha acabado siendo un festival con todas las letras, y uno bien barato.

Música: ahí se ve. Parece una franquicia a pequeña escala del Primavera Sound: grupos sin demasiado caché, bastante variados, que se acercan a lo folkie, con alguna concesión sorprendente a otros géneros como Janelle Monae o Caribou. La verdad, el cartel que llevan anunciando todos estos años es muy potente y este año se han superado: estaban Yuck con hype reciente, estaban Wild Beasts con rehype reciente, estaba la Russian Red con disco reciente, estaba el carísimo y espectacular show de la Janelle Monae... toda una guía de lo más valorado de las revistas actuales, en escenarios de diversa eficacia (alguna nave sonaba de culo, los escenarios exteriores sonaban bastante bien, el auditorio sonaba de maravilla) y público generalmente empático.

Precio: tirao. Baratísima la entrada, muy ajustado el precio de las bebidas, comida variadísima - es el festival de este año donde mejor comida se ha vendido, desde hamburguesas caseras hasta puestos veganos - facilísimo colar bebida, y al lado de múltiples bares. Mucho más barato que una noche cualquiera por Madrid. Lo cual acerca esta música a bastante público, por cierto.

Ambientillo: bastante gozoso, precisamente porque, aparte de los aficionados indies, el precio acerca a muchísimos treintañeros casados, cuarentañeros y demás público que no se suele ver en estos eventos y que descubren que molan, con lo que están entusiasmados. Por las mañanas los conciertos suelen ser gratuitos, con lo que se ven familias y críos. Y bueno, puede achacarse que la gente habla bastante, pasa un poco de los directos cuando van, pero comparado con el Primavera Sound donde era eso más droga más violencia, pues lo del Día de la Música casi parece una comuna de inquietudes y felicidad. Mis favoritos, insisto, son esos señores que van con polo porque no saben qué llevar a estas cosas, y se sienten raros con el mini en la mano, y de repente se encuentran sintiéndose adolescentes otra vez, sentándose en el suelo. Su felicidad es contagiosa.

Comodidad: notable. Pocos escenarios, uno muy discutible (el UFI) y otro que suele sonar fatal y que se llena de humedad calurosa, pero dos escenarios exteriores muy decentes, uno con butacas más decente, y abundantes sitios para descansar en todos ellos. Pero sobre todo es que está en El Matadero, en Lavapiés, a dos pasos de un metro, y que dentro hay servicios para aburrir. Sí, cuando se llena de fanes de Vetusta Morla no es tan cómodo, pero para ser una cosa tan barata lo veo lleno de facilidades y puntos a favor. Que llegué ahí sin apenas dormir y con una maleta y aguanté toda la tarde y parte de la noche!

Actividades paralelas y feeling general como festival: hay actividades dentro del Matadero, hay algún concierto aparte en otras salas, y hay abundante publicidad en todo Madrid y páginas especializadas, pero no es, ni mucho menos, algo en lo que se vuelque todo Madrid como símbolo de inquietudes culturales, escenas musicales o cualquier cosa parecida. Parece más una acumulación de gente de todo tipo disfrutando de días al aire libre con música que un festival en sí. Lo cual, curiosamente, no es malo, porque precisamente esto es lo mejor del Día de la Música, y yo valoro mucho los festivales que parezcan vacaciones.



DCODE FESTIVAL

A principios de año, o más bien llegada la primavera, surgió un rumor de que iba a haber un nuevo festival en Madrid. Nadie se lo creía, pero de repente hubo cartel. Y de repente hubo confirmaciones, y un sitio donde ponerlo: en plena Ciudad Universitaria, al lado de Moncloa. Seguíamos sin creérnoslo cuando vimos las confirmaciones, que oscilaban brutalmente entre My Chemical Romance y Sum 41, y Eels y Band of Horses, con algo de Aloud, algo de indie patrio, algo de electrónica. Una mezcla esquizofrénica, y a un precio no precisamente barato, que sólo podía salir mal. Sorpresa: salió bien, bastante bien. Pese al calor.

Musica: mezcla de absolutamente todo, de forma muy discutible, a veces saliendo bien y a veces saliendo mal. Me da que la intención era hacer el festival más joven posible, de grupos del Independance, y canciones que salieran en The OC, en Gossip Girl, en cualquier serie de adolescentes emos. Dos escenarios pegados que se iban alternando y uno pequeño que era fagocitado por los escenarios grandes. Dos escenarios grandes donde, insisto, tocaron My Chemical Romance, justo después Eels, justo después Sum 41, y justo después Band of Horses.

Y no pasó nada. Los fanes de unos disfrutaron, o no, del concierto de los otros. Los gustos musicales se juntaron. Las inquietudes se multiplicaban. Y si no te gustaba el concierto, te ibas metros más atrás a beber tranquilamente.

La parte electrónica era más discutible, por no decir directamente que era una mierda. The Sounds ya eran viejos al salir, the Ting Tings tienen algún tema bueno y luego muchísimo relleno, los Crystal Castles estamos todos hasta las narices de ellos, y los Zombie Kids son los Steve Aoki barbudos del país y ya. Todo muy fácil, muy chusco, y normalmente muy aburrido. Claro, que compensaba la otra parte escuchada durante el día.

Precio: hm, caro para lo que daban. 60-70 euros el abono (recordemos que el SOS estaba a menos de 40, y el día de la música a 25), cervezas a precio (y más que precio, parece que los camareros también) del FIB, comida escasa y tirando a inflada. La ventaja, en mi caso, era la cercanía al hogar: un bus y para casa.

Teniendo en cuenta que los conciertos son seguidos y no se solapan, los más avispados hacían botellón fuera del recinto. Sin duda es la opción más recomendable y económica, que hace que el fin de semana se vuelva muuy barato.

Ambientillo: el mejor de todos los festivales. Cuando vi a una pareja con sus hijo de 10 años (el padre con camiseta de Los Ramones, el hijo con camiseta del grupo) que veían todos Sum 41 mientras el chaval, con gafas, disfrutaba headbangeando todas las canciones de su grupo favorito, pensé "es que esto es lo que debería ser". La mezcla de gente en este festival era bestial: desde lo más choni hasta lo más pijo, desde lo más mamarracho y moderno hasta lo más repeinado. Y niños, muchos niños. El acercar un evento de música a los niños me parece, insisto, lo más grande que se ha pensado en festivales en la capital (en el Primavera se intenta, pero obviamente sus dimensiones asustan a la hora de meter a los críos), y ellos son los más respetuosos con los grupos que no conocen. Además, como había mono de festivales en Madrid, el entusiasmo era bastante contagioso.

Comodidad: no está muy lejos de Moncloa, está cerca de una parada de autobús, y es en un recinto bastante abarcable. Oh pero. Hay un césped que en horas se hizo polvo, y polvo, y más polvo, hasta el punto de escupir polvo, de sonarte mocos negros, de no poder respirar. Y este año hizo un calor demoledor, que unido a una solana sin sombras hacía que ver a Toundra a las 5 de la tarde fuera toda una cuestión de fe. Es decir, se convierte todo en una explanada implacable, y encima con bastantes problemas de aprovisionamiento de comida (bocatas de tortilla precongelada). Pantalones cortos, zapatillas cómodas y una ducha al llegar a casa son elementos imprescindibles. En definitiva: no, no es lo más cómodo, no.

Actividades paralelas y feeling general como festival: oh, cero actividades paralelas, y feeling, más que de festival, de una agrupación de conciertos. Es más una tarde (dos tardes) de farra sufriendo la solana que un festival en sí. La música acaba bastante pronto (a las 3) con lo que tampoco hay esa sensación de nocturnidad. Vamos, que como festival es la cosa más justita que hay, pero como es divertido, la selección de grupos es insólita (es muy difícil ver a Eels y a Band of Horses, pero más aún verlos junto a My Chemical Romance) y la gente está entregada, se acaba convirtiendo en un evento muy recomendable. Si llega al año que viene, claro está.

FESTIVAL INTERNACIONAL DE BENICASSIM (FIB)

El FIB hace unos años decidió ir virando de "festival para indies españoles" a "festival para mainstream de los ingleses", para cabreo de muchos habituales, que vieron cómo un festival "suyo" se convirtió en algo plagado de jóvenes fibrados blanquitos que se queman con absoluta alegría y que beben hasta vomitar. Bien, aunque da ciertos bandazos en cuanto al cartel, y a pesar de que este año se acercó a la categoría de "timo" al reducir cartel, quitar electrónica y quitar calidad, sigue siendo un festival la mar de potente que representa lo que debería ser un evento musical de estos: vacaciones, relax, cerveza, bailar hasta las mil.

Música: de cabeza de cartel, uno o dos rompetaquillas de las islas, normalmente algún derivado del brit pop. De relleno de cartel la cosa se reparte entre mainstream británico de todo tipo (más electrónico, menos electrónico, más nuevo, menos nuevo), alguna recuperación de viejunos (Stranglers, Undertones y Big Audio Dynamite este año), una cómoda representación local que es más notable de lo que nos hacen creer los rumores, y bueno, hasta este año, un cartel electrónico impresionante. Variadito, a partir de las 5-6 de la tarde, subiendo en decibelios y en brutalidad de las propuestas a medida que llega la noche, con sus folkies, sus poppies, y el resto de sus cosas.

Precio: a ver, es el más caro de la península, pero también son 4 días. Es caro, y a eso hay que añadir la estancia, que recordemos que Benicassim es un pueblo con playa (y una playa bastante maja, por cierto). El alcohol dentro es el precio medio (no la pasta que te dejas en el Primavera Sound), la comida está orientada a ingleses (pizzas, mierdas semi wok, kebabs malos, hamburguesas secas, alguna sorpresa en chiringuitos "exóticos") y es como el doble de cara de lo que te costaría en otro lado, y el programa es de pago. Vamos: es una señora pasta que obliga a tirar de botellones, bocadillos y excursiones fuera del recinto para ir reponiendo. Luego el pueblo no es *tan* caro, eso sí.

Ambientillo: millares de guiris paseando por el pueblo de Benicassim durante el día, con sus colchonetas, gafas de sol baratas de colores, sombreritos, cuerpos que a medida que van pasando la veintena van haciéndose más flácidos pero que nunca tienen un rastro de pelo, rubias pavísimas, terrazas donde no paran de surgir jarras de cerveza, y colas interminables en el Mercadona con la toalla al hombro, la arena en los pies y el olor a crema protectora. Botellones en cada esquina. Un camping infernal (conocido como Benicauschwitz) sin sombra que obliga a dormir por las esquinas de sombra a cualquiera que lo sufra, con visiones casi zombis que se repiten por las calles. Vamos, un ambientazo por el día.

Por la noche, los mismos guiris, quemados, viendo conciertos, un poco asilvestrados, un poco borrachos como cubas, y los españoles que intentamos alcanzar su nivel de euforia y a veces lo conseguimos. El FIB es, de lejos, el festival donde la cosa va menos de la música y más de pasárselo bien, y ese relax, ese dejar que pase el tiempo, esa ausencia de estrés, de sentarse en cualquier lado, de que te de todo igual, es lo más característico. Todos los años se desnuda un guiri. Todos los años las guiris enseñan las tetas. Todos los años alguien te vomita cerca o encima de los pies. Todos los años el camarero te pregunta en inglés el primer día, y el tercero ya sois amigos del alma. Ambiente afable y simpático, si no fuera porque algunos guiris (italianos normalmente) y algunos locales se comportan de forma paranoica por su mala asimilación de la droga.

Comodidad: La pregunta es ¿con camping o sin camping? En festivales anteriores no he hablado de camping porque siempre se puede conseguir hotel o no hay camping directamente, pero lo más característico del FIB es eso de dormir en camping, de lo que te habla la gente como un paso a la madurez, como hacer la mili. Bien, tras un año, 2009, donde maldormimos en camping, sufrimos un incendio y un viento huracanado que voló medio Benicassim, y que al cuarto día no pude disfrutar perdiéndome DOS, DOS sesiones de Garnier entre UNA sesión de Dj Hell, dije que el camping para los niños. Es imposible dormir ahí: el sol sale a las 8 y si no tienes demasiado calor, las cigarras con sus cánticos se preocupan de recordarte que ellas sí.

Así que es absolutamente imprescindible hacerse con hostal, hotel, casa alquilada o parecido. Son 4 días de festival, 4 días que pueden ser muy largos, y todo lo que sea asegurar el descanso entre tanto tute es una decisión excelente.

El recinto, por otro lado, está apartado del pueblo, y el paseo es notable. Paseo con chanclas porque, por si no lo he mencionado, Levante en verano es muy muy caluroso. No deja de ser un coñazo, pero tiene la enorme ventaja de que el FIB es el festival mejor organizado de ... de todos los que conozco. Accesos muy razonables, tres escenarios cercanos pero lo suficientemente lejanos, baños accesibles en cualquier momento y cualquier lugar, y rincones para huir o sentarse. Vale, hay que esquivar a los festivaleros que se han quedado dormidos en mitad del suelo agarrados a la cerveza, pero es un mal muy menor. El FIB y su asfalto te acogen y te tratan de maravilla. Y sí, no es que haya muchas, pero por el día hay sombras.

Actividades paralelas y feeling general como festival: Benicassim vive para esa semana. No es un pueblo con mucho turismo ni con una economía creciente, con lo que ellos son los primeros interesados en que el cartel tenga cabezas que aseguren la venta y reventa de entradas. El pueblo se centra en que el inglés esté a gusto, dándole su comida rápida de mierda y asegurando jarras de cerveza y radiofórmula brit en cada esquina. Es decir, ambiente hay, una barbaridad, y actividades paralelas también hay bastantes, aunque nunca las he catado: conciertos en la playa, proyecciones de películas, hasta monologuistas. Pero es el festival, el recinto en sí, lo que realmente domina Benicassim y lo que le da entidad suficiente como para no ser derribado del todo por el Primavera Sound. Bailar mientras amanece, corear con millares de personas distribuidas cómodamente a lo ancho de un escenario principal... sí, un festival muy poderoso y recomendable si hay dinero y energías.


PAREDES DE COURA

España se acaba donde empieza el careto de la península, pero no así los festivales. Tanto el Superbock como el Paredes de Coura están consolidándose como ofertas importantes a nivel europeo, tanto por su cartel intachable como por sus características de "eh, es un secreto, no lo digas muy alto", que se nota en todo Paredes. Y es que Paredes (que dura, digamos, tres días y medio) es un festival tan bonito como aparece en la foto del cartel: en mitad del monte, rodeado de árboles y verde, con un camping lleno de sombras, y un escenario principal situado en una especie de valle que consigue un anfiteatro natural donde uno se puede sentar con comodidad y no dejar de ver el escenario. Cuando el recinto no está abierto, el camping se llena de hogueras, pescado asado, y demás cocinitas, un bar te acoge durante todo el día (de día sirve cafés, de noche funciona como after) y un río se convierte en el centro de toda actividad: lo normal es pasar ahí toda la mañana, en una toalla, leyendo, tomando el sol, más tarde disfrutando de unos conciertos de jazz. Vamos, que esto no lo debería popularizar nadie.

Música: excelente en la parte de pop rock, horrible en la parte electrónica. Paredes de Coura solía ser conocido como un pequeño FIB, pero este año fue, de lejos, un pequeño Primavera Sound: Pulp repitiendo, Crystal Stilts, No Age, Mogwai... con alguna concesión tipo Two Door Cinema Club y algunos grupos locales. La parte de electrónica tiraba de djs que pinchaban zapatilla (lo cual no pegaba ni con cola con lo disfrutado anteriormente), y algún experimento majo como Orelha Negra (éxitos de la electrónica noventera con instrumentos en directo, como su fuera una banda de feria, pero tocando Chemical Brothers). Muy buen sonido en el escenario principal, bastante hórrido en la carpa, aunque mejoraba cuando te alejabas fuera del techo.

Es irónico que la mejor parte del festival en cuanto a electrónica es el bar-after que está de paso yendo al camping.

Precio: tan barato que uno tiene el peligro de acabar haciéndolo caro. El camping es la opción más barata, obviamente, pero la estancia en casas (que alquilan habitaciones, la casa entera, o incluso el jardín para acampar) no sale mucho más cara. La cerveza en Portugal y la comida es ese 10-20% más barato que te hace que descontroles el consumo. Aún así, y contando el desplazamiento, es el festival en el que menos dinero me he gastado.

Ambientillo: como si los guiris del FIB hablasen portugués. Obviamente los vecinos peninsulares son mayoría, pero también hay gallegos, madrileños, catalanes... en una mezcla de los ambientes del Primavera Sound y el FIB. Del Primavera viene mucho estilismo extremo, pero del FIB, el sentimiento de vacaciones y de que todo da igual, de un poco comuna. Obviamente el pueblo de Paredes no es tan grande como Benicassim, pero acoge igualmente a todos los veraneantes en bermudas y chanclas, que por la mañana van al río, por la tarde al festival, y por la madrugada, a las tiendas.

La experiencia del camping fue bastante positiva, y es otra cosa que da un poco el toque "campamento de verano con música" al Paredes de Coura. No es la cosa industrial y polvorienta del FIB, sino un camping de verdad, con muchos árboles, donde tienes que acceder con linterna, y te despiertas tranquilamente por la mañana cuando el sol asoma por la tienda, y mientras te desperezas vas viendo a tus vecinos, coges la bolsa de aseo, bajas a quitarte las legañas... no ha habido festival que me recordase tanto a los campamentos scout.

Durante los conciertos esta gente tiene dos pequeños defectos: son muy ruidosos, y no paran de dar palmitas. A destiempo, normalmente.

Comodidad: estuve en un camping, y aún así fue comodísimo. Pese a dormir en cuesta. Pese a que son ruidosos. Pese a que de vez en cuando sonaba una corneta haciendo tres o cuatro notas, en cualquier momento del día (y digo CUALQUIERA), y todo el camping, absolutamente todo, contestaba con un grito "Ole!". Pese a las arañas, al barro. Pese a unos baños infectos, los más asquerosos... ah no, que luego estuve en el Outlook. Bueno, pues pese a ese olor a mierda y a tener que aprenderse los horarios de los baños para poder ir sin vomitar, es un festival cómodo. Pese a las cuestas enormes, a las moscas al lado del río, y a que el recinto del festival tenga tantísimo polvo que el tercer día estaba ahogado.

Bueno, vale, no es cómodo por las razones expuestas. Pero algo hace que todo parezca menos, quizás un clima de euforia, o quizás que todo sea tan barato. O que en cualquier momento en un concierto puedas apartarte de donde estabas, ir a una barra donde nunca hay colas, y volver, sin dejar de ver el escenario. O que puedas estar en las primeras filas de Pulp sin morir. O que, ALBRICIAS, haya puestos de café solo, y un café magnífico, cada poquitos metros, dentro y fuera del recinto.

Actividades paralelas y feeling general como festival: muchísimas, y a todas horas, y que se disfrutan casi sin querer. Al contrario que el resto de festivales, el Paredes ACERCA las actividades a donde están los que disfrutan de los conciertos: hay lectura de poesía y conciertos de jazz todas las mañanas al lado del río, hay conciertos de grupos locales en la plaza del pueblo al lado de los sitios para comer, hay proyecciones. Pero quizá es lo del río lo que funciona como actividad paralela más clara. Erlend Oye tocaba con su amigo Erik como Kings of Convenience, y los dos se quedaron tan alucinados del clima del festival al lado del río que, directamente, iban todos los días, se juntaban con grupos de chavales, y tocaban la guitarra, felices de la vida. Es absolutamente bucólico. Sin duda, es el festival más bonito de los que he estado, y eso que en un principio no iba a ir. Muchísimas gracias desde aquí a @piterotoole por haberme convencido, porque aún no me he quitado la pulsera para recordar esos momentos de absoluto relax y risas, conociendo espontáneamente a gente que casi al momento se convirtieron en amigos, y amando la cerveza Superbock.




OUTLOOK FESTIVAL

Alrededor de noviembre del año pasado, en los foros de Primavera Sound, alguien habló de este festival, lo más en cuanto a recopilación de lo granado en la electrónica. En Croacia. Hubo uno que soltó la temible frase: "A que no hay huevos". Y de repente me vi soltando pasta, poco a poco, para un festival loco que iba a suceder dentro de muchos meses.

Outlook es un festival colonialista practicamente. Un invento inglés de montar todo lo que más ha pegado en pistas inglesas, unirlo a vuelos baratos y camping, y dejar sueltos a inglesitos e inglesitas para que lo disfruten. Es lo más burro, alocado y descerebrado que he podido disfrutar este año.

Música: inglesa electrónica. Exactamente lo que se lleva ahí, porque el Outlook Festival no es país para viejos. Dubstep en todas sus variantes, house, 2step, r'n'b, una sorprendente muestra de reggae (con algún directo), dub, drum n bass, hip hop, alguna tímida concesión al techno y al tech house. Es decir, NADA, absolutamente nada que ver con una Goa o carteles del Mondo, y notablemente alejado del Sónar: nada de mínimal, mucho de melódico. Lo que nos hizo gracia a los que íbamos ahí era que ponían una especie de greatest hits de lo sonado ese año, y que incluso cuando el single no había salido al mercado, la gente se lo conocía de memoria por los mixes del Fact, las boiler rooms o demás inventos de internet: esto pasó con los hits de Mosca, Joy Orbison y Scuba, hits que empezarán a sonar aquí, si suenan, aproximadamente en un año y medio.

En la mayor parte de las sesiones había un MC, el animador, normalmente negro, que no para de dar el coñazo con "Show me your hands if you want to show some appreciation!" y "Cmon Croatia! Make some noise". Pero es que estos MC son algo inherente a la cultura inglesa: los jovenes ingleses los obedecen, los admiran, los jalean, y hacen lo que el MC quiera. De hecho en cuanto no había MC, el público desaparecía.

Aparte de un recinto enorme, estaban unos barcos con djs. Ahí había un showcase de cada sello importante, de los cuales pude disfrutar el de Hessle Audio, todos insultantemente jóvenes, todos insultántemente brillantes, y con el MC coñazo de costumbre. Sol, barquito, dubstep y house, y cerveza. Sí, todo un planazo.

Ambientillo: inglés, puramente inglés, y muy joven, normalmente rodeando los 20 años. ¿En qué se notaba? En que eran guapos: recordad cómo a partir de los 23-24 años los ingleses se autodestruyen. Preguntando más, veías que muchos eran de oficios tipo carpintero o fontanero, que varios tenían sólo estas vacaciones durante el año, y que todos andaban drogados hasta las cejas. Inglesas también de belleza polar: o muy guapas, o rematadamente feas, normalmente pavísimas, con sus vestiditos del primark. Los más viejos del lugar éramos nosotros y algunos pinchas.

Lo que pasa en el Outlook es eso, que andarás por Croacia, por Pula, en mitad del Mediterráneo y con esas aguas alucinantes, pero sigue todo la regla de los ingleses.

Precio: el desembolso inicial es bárbaro. La entrada se acerca a los 180 euros, a lo que hay que añadir la estancia (hasta el camping cuesta pasta, pero no nos atrevimos a cogerlo), los aviones y el transporte. Es posible que entre una cosa y otra nos dejáramos unos 600 euros ANTES de ir al festival. Ahora, una vez ahí, Croacia no había entrado en el euro y las cosas andaban, más o menos, un 20-30% más baratas que en España. Teniendo en cuenta que en el festival, donde las cosas eran más caras, la cerveza de medio litro costaba 20 kunas (2,7 euros al cambio), pues te podía salir todo bastante bien. Ahora bien, uno acaba hasta las narices de cerveza, con lo que si te pasabas a copas ibas desembolsando 50 kunas, que ya se acerca a los 7 euros. La comida andaba por lo general por los 20 o 30 kunas, pero la ropa ya se disparaba de precio. Vale la pena, pues, hacer vida en los pueblos colindantes, donde la cosa baja de precio hasta lo inverosímil, pese a tratarse de restaurantes de turistas.

Comodidad: ay. He estado aguantando párrafos para no comentar nada, pero aquí está todo: incomodísimo, bestial, sólo apto para espíritus fuertes y a quien le de todo igual. Nosotros tirábamos de una casa alquilada (una casita con dos habitaciones, una de ellas servía de salón, cocina y dormitorio con tres camas a la vez) que llevaban unos encantadores encargados de un bar restaurante de materia prima muy decente. Ahora, llegar al recinto sólo era posible en coche, un coche que hay que dejar en un parking a... Esperad, mejor rebobino.

El único acceso barato a Croacia es a través de Venecia. De ahí puedes ir en un autobús sin aire acondicionado (de lo que nos enteramos después) o puedes alquilar un coche, cosa que hicimos, y cosa de la que me responsabilicé, conduciendo 3-4 horas hasta Croacia, pasando por carreteras decoradas de vez en cuando por puro brutalismo de hormigón en medio de los montes, por gris y verde, hasta que llegas al recinto del Outlook. Allí hay aglomeraciones y más aglomeraciones de gente, demostrando que en el Outlook Festival la organización es muy regulera. Tras una hora y media de recoger la entrada, y tras hacernos con la pulsera, vamos al pueblo más cercano a mendigar una mesa donde nos sirvan algo (y en esa zona la comida es de dos tipos: italiana, y carísima).

Y luego la rutina de cada día era dormir en un colchón infernal, ir al parking del outlook, caminar durante aproximadamente 1 kilómetro por un camino que comienza asfaltado y acaba siendo bosque, y una vez llegas ahí, disfrutar de todo ese terreno de piedras y polvo. Piedras. Polvo. Por todos lados piedras y polvo - incluso regalaban mascarillas - , y subir cuestas, bajar cuestas, en terrenos embarrados. Acabas hecho una auténtica mierda, acabas quedándote en el mismo escenario, te duelen los músculos el doble. Los baños son absolutamente infectos, letrinas, y no poliklyns. Sorteas ríos de meada. Los ingleses borrachos son especialmente torpes, y aunque se tropiecen y caigan en orines, se ríen y les da igual. La cerveza está templada, los refrescos siempre vienen sin hielo. Por supuesto, sentarse significa hacerlo en piedras o barro. La comida es hamburguesa mala, pollo malo, y como siempre los puestos veganos que son los que salvan el tipo (ya suficiente carne se toma uno durante la comida). Algunos de los escenarios son cerrados (atrapados entre paredes, con el olor infecto concentrado, y con accesos complicadísimos), y los djs pocas veces cogen el truco a la ecualización para que el megabass no signifique estar tras la turbina de un avión.

No, no es un festival cómodo.

Actividades paralelas y feeling general como festival: la actividad paralela más notable (y la única que recuerdo) son los Boat Trips, esas sesiones en barcos que una vez salen en venta duran aproximadamente 2 minutos antes de agotarse. Es algo recomendadísimo, porque junta la sensación de paseo en barco por, caray, las islas croatas del mediterráneo con un buen puñado de djs amenizándote todo.

Pero no hay que perder de vista el que el Outlook, con sus sesiones - muchas veces maravillosas, y ahí quedan las de Consequence, Instra:Mental, Scuba, Space Dimension Controller, Martyn o George Fitzgerald -, sus MCs y sus directos de reggae (y alguna cosa rara más que se pierde en el cartel), no es más que una rave de cuatro días. Una rave con escaleras que suben, escaleras que bajan, olor a mierda contínua, polvo que te ahoga, y eso, lo mejor de la electrónica escuchada en los UK, mientras bailas con el estudante pijo y el proletario precoz. Pero una rave. Por eso no volveremos. Y aprovecho para mandar un abrazote a toda la gente con la que fui, porque para haber sido tal tute, convivimos bastante mejor de lo esperado.


Y hasta aquí lo experimentado este año. Por ahora me quedan semanas con conciertos todos los días (como esta) y un Primavera Club, pero creo que a partir del año que viene, o voy acreditado o mejor me quedo en casa.

Bah, no.

lunes, 24 de octubre de 2011

Retrospectiva festivalera (primera parte


Este año me volví definitivamente loco, por si alguien no lo notó. Antes incluso de cambiarme de empresa y ganar un poco más de dinero, empecé a comprar todos los abonos disponibles para todos los festivales existentes, y me he metido más música este año que en toda mi vida - y lo que queda. Ahora acabo de darme de baja del Monkey Week, porque coincide con todas las actividades de la Red Bull Music Academy (que tiene un espíritu festivalero bastante notable por otro lado), y bueno, este año no ha habido Experimentaclub al convertirse Caja Madrid en un banco y reducir bastante su obra social, pero aún queda un Primavera Club. Y tengo una buena selección de festivales para comentar. Así que comienzo

ELECTRONICA EN ABRIL

Una de las dos grandes citas que tiene, o perdón, tenía La Casa Encendida con la música electrónica, aparte de las enormes sesiones en la terracita durante los veranos. Electrónica en Abril es basicamente un concierto en un auditorio más dos conciertos en el patio interior, normalmente no tan raros como los que suenen pasar por el ExperimentaClub, normalmente a un precio entre 4 y 6 euros, y normalmente bastante cómodos. Lo mejor de esta cita es que se descubren grupos y productores de moda por un precio irrisorio, y que la localización no puede ser mejor. Ah, y un concierto para niños.

Musica:Los grupos de auditorio suelen pertenecer a la electroacústica. Es decir, puta mierda intelectual. Frecuencias, experimentos con guitarras, loops, coñazo supremo. Los grupos de patio suelen ser más cercanos al pop: este año estaba la protegida de Geoff Barrow, Anika, así como los muy DFA Electro Guzzi, y sobre todo un día espectacular con Hudson Mohawke presentando temas y Dan Deacon acercándose al público.

Precio: sin duda el más barato del año, y eso no quiere decir que las condiciones sean peores. La cerveza dentro no es precisamente barata, pero todo Dios cuela cervezas que compran a los chinos en la puerta. No hay copas, y para comer algo hay que salir a algún bar cercano (no es problema: los bares en Ronda de Atocha tienen un nivel de cañas y tapeos bastante majo).

Ambientillo: el viernes y el sábado, gente que ve y se deja ver, algún interesado del género, y sobre todo gente que lee sobre el grupo en una revista y tiene curiosidad. Si tienes mala suerte te toca el típico que se aburre con todo y que se ha sentido forzado a ir con la novia o con su grupo de amigos, y que no para de dar por culo: con dos o tres de estos ya se genera el puto murmullo que suele destrozar los conciertos del patio. Pero sólo por esos últimos, los que descubren electrónica debido al bajo precio, vale la pena subvencionar este festival. Es una increíble máquina de popularización.

El concierto para niños del domingo a las 12 está lleno de niños y los increíbles, a veces insoportables, padres indies. Vale la pena ir para ver el nivel de mamarrachez a la que puede llegar la paternidad.

Comodidad: extrema. En el centro de la ciudad, cerca de varios metros, al lado del barrio de lavapiés, con un auditorio con butacas cómodas y un patio central que aunque se agoten las entradas nunca está lleno.

Actividades paralelas y feeling general como festival: este es el menos "festival" de todos, aunque sean tres días con tres o cuatro conciertos. Aún así tiene ese ambientillo de ver a la misma gente, y que se den conciertos para niños llega a cerrar el círculo necesario para que se considere un festival. No es una cosa extrema de sentirte que estás de vacaciones, pero sí es un showcase la mar de majo.



LEV FESTIVAL

En la Laboral de Gijón, lo más cercano a Oxford que podemos tener en la península, un entorno universitario alucinante, se ha formado un festival electrónico que a lo tonto ha conseguido renombre gracias a un cartel sólido y consistente, y a una ciudad que se vuelca totalmente en el festival convirtiéndose en un sitio acogedor y cálido pese a los nubarrones y las lluvias. Ya lleva unas cuantas ediciones, y visto el éxito de este año no dudo en que se convertirá en uno de los más importantes a nivel mundial en pocos años. En general es un festival de electrónica de baile, con alguna concesión artie, distribuida en diversos puntos de la ciudad y con unas sesiones nocturnas en una nave que parece una cancha de baloncesto sin usarse.

Música: es un Sonar en pequeño, pero a mi parecer, con bastante más olfato que el Sónar para olerse grandes directos, pelotazos futuros y riesgos que siempre dan buen resultado. Los escenarios son basicamente tres: un auditorio en el Laboral que es maravilloso, simplemente, un escenario al aire libre durante la mañana en el jardín botánico en una especie de isleta idílica, y la nave. Vale, la nave es una mierda como local de directos o sesiones. Retumba lo que no tiene que retumbar, amplifica los murmullos del público, destrozó el primer directo de SBTRKT en ¿el país? ¿Europa? , y hasta que no suben el volumen a tope y uno no está en los primeros sitios, es imposible de disfrutar. Y eso es una pena, porque afecta al espectacular line-up que tiene.

Precio: ajustado, y la estancia es bastante barata. Las copas dentro tampoco son una locura (creo recordar que andaban por los 6 euros), y el año pasado escogimos estancia en un bungalow cerca del recinto, que dio para varias bromas, una fiesta after, y compra excesiva de comida. Lo más costoso es el desplazamiento a Gijón, por mi parte. Pero allí la comida es barata y abundantísima, y todo está rico, regado con sidra y no sigo porque voy a empezar a llorar de la morriña.

Ambientillo: mezcla de auténticos aficionados (viene gente del extranjero también) con gente a la que le gusta la fiesta. Universitario y post universitario, por lo general. Alguna choni, algún quillo, pero no molestan. Abundantes drogas, pero sin violencia. Mogollón de opciones de after que me hacen recordar el festival como una experiencia bastante surrealista. En definitiva, por ahora, público local y que disfruta de lo que escuchan y bailan.

Comodidad: no está muy cerca el recinto de Gijón ni tampoco de las zonas para hospedarse más cercanas, y no hay mucho sitio para descansar. Tampoco hay público excesivo, eso sí. Durante la noche eché bastante de menos sitios de comer: llega a agobiar el exceso de electrónica unido con el cansancio. Aún así el auditorio es comodísimo, el botánico se puede ver sentado sin problemas, hay numerosos taxis y el suelo de la nave es sólido. Una tontería esta que fui valorando a medida que iba a más festivales.

Actividades paralelas y feeling general como festival: numerosas y variadas. Hay clases, conferencias, afters en casas rurales, y toda la ciudad conoce el festival y arropa a sus asistentes. Dura dos días, pero con tanta densidad de propuestas (que no se solapan) llega a parecer un festival de solapes máximos. Resumiendo: cartel muy bueno, ciudad estupenda, un poco locura todo.



SOS 4.8

El festival murciano tuvo una edición de 2010 tan sumamente buena que salió reseñado en Resident Advisor y ya fue coronado como gran macrofestival de la península. En su segunda edición. Récord total, superado en gente por su tercera edición donde ya se convirtió en el festival más universitario, más loco, más divertido y en el que menos importa la música de toda la península.

Música: consiste en dos cosas: grandes éxitos de los festivales del año anterior, y propuestas que nadie se ha atrevido a traer. Este año se atrevieron con Suede además, con uno de los dos conciertos que dieron en festivales. El problema del SOS es que el escenario principal, directamente, no suena bien. Suena a culo. Bajito, sin sutilezas, sin estéreos, sin nada. Ni siquiera la electrónica logra sonar bien. Ahora, tiene un auditorio super apañado donde tocan cosas como Tindersticks o These New Puritans, y un segundo escenario más pequeño que sí logra sonar muy bien, y donde están las propuestas de riesgo, seguramente lo mejor del festival (Chris Cunningham el año pasado, Everything Everything este año). También hay lugares comunes del indie pop del lugar, esforzándose por escoger a los que dan buenos directos. Hay, además, una zona de DJs con muchísimas apuestas por talentos nacionales. Vale, hay cosas tópicas y típicas, como djs del ocho y medio y tal, pero también gente de la red bull music academy y algún artista de renombre (este año, Dan Snaith/Caribou soltó una sesionaca de dos horas, por ejemplo). El problema está en las apuestas tópicas y repetidas y que no funcionan demasiado bien, como pasó con The Magic Numbers el año pasado o como pasó con White Lies este año. También la electrónica cayó en picado en 2011, llegándose a solapar los Zombie Kids con Steve Aoki, o la muerte con el vómito. Pero eso, cartel apañado en general. Aunque es un festival en lo que importa es la fiesta, más que la música.

Precio: si uno es avispado, el abono sale por menos de 40 euros. Lo que es muy caro, enormemente caro, es la estancia, en la que todos los hoteles se unen para timar al personal inflando los precios hasta el límite del delito. La comida y bebida dentro tiene el precio estándar de tickets de 2,5 (un ticket un agua o cerveza, tres tickets un copazo) y bocatas a 5-6 euros. Vamos, que comer dentro es una locura, teniendo un mcdonalds al lado del recinto y un eroski un poco más lejos que acaba siendo un escenario más del festival. Murcia en sí no es caro, pero hay que andarse con ojo para no salirse del presupuesto visto que los hoteles van a hacer todo lo posible para que lo hagas.

Ambientillo: todo el moderneo de Madrid está ahí. Todo el moderneo, todo lo marica y casi todo lo bóller, y luego hay excursiones de gente de Barcelona, Valencia y demás. Y, efectivamente, hay murcianos. Muchos murcianos son auténticos quillos, y otros salen por el festival como quien se va de copas (cada año hay una o dos despedidas de soltero/a dentro del SOS). Es decir, la gente, bien, entregada, pero es que en el SOS es todo Murcia y a todas horas lo que se vuelca en el festival: el pueblo se llena de gente durante el día, las tapas son inaccesibles casi, el parking del eroski se convierte en un Animal Collective de mezcla de radios de diversos coches... es quizás el primer festival veraniego de la temporada, y se nota esas ganas de vacaciones por parte de cada uno de los asistentes. Y bueno, no es un público que se conozca de memoria las canciones de los grupos (excepto las pandillas de tías aficionadas a los grupos de indie pop con carisma), pero sí que es un público razonablemente cómodo. Aunque eso sí, si el concierto se presta a pogos, olvídate de tu vida, porque son brutos estos murcianos.

Comodidad: es un coñazo llegar hasta Murcia, y los hoteles suelen estar lejos del recinto. El ir allí y el volver es la mayor pega del SOS, pero también lo es que la enorme cantidad de gente que tiene, gente que a partir de cierta hora está bastante perjudicada, cause cierta isalubridad. Ríos de meada, ausencia de sitios para sentarse en cualquier parte de los escenarios principales, palmeras cuyas hojas son peligrosas púas, escalones traidores, accesos discutibles... el SOS es toda una carrera de obstáculos. Ahora: es suelo asfaltado en la gran mayoría del recinto, y la parte de djs tiene una cómoda fuente. Y las barras no tienen colas. Y el acceso al recinto, lo de las pulseras y demás, está organizado de forma envidiable. Es decir, no es que sea el desastre, pero sí que hay que andarse con paciencia.

Actividades paralelas y feeling general como festival: numerosísimas actividades que dan lugar a anécdotas tan buenas como todo Franz Ferdinand disfrutando de una ponencia de Fernando Arrabal (dentro de las múltiples charlas de las mañanas), y actividades que nunca he podido disfrutar. Se junta con actividades dentro del pueblo, con conciertos por las mañanas, y actividades gastronómicas y culinarias. Sí, se nota el festival al entrar en el pueblo, se nota durante todo el día, y notan tu ausencia cuando te vas. Un festival que deja buen sabor de boca, pero que empieza a fagocitarse ante su propio tamaño, que hace que lo de su sobrenombre "Sostenible" parezca un auténtico chiste.


PRIMAVERA SOUND

Ahora mismo, el festival más importante de toda la península, y punto. Lo que empezó como un festival pequeño, para aficionados a la música independiente, creció, creció, y de repente lo que era una minoría "gafapasta" se convirtió en la envidia de todos los festivales europeos, creciendo hasta lo difícilmente soportable en la última edición. Sin duda un evento enorme aporta empaque cultural a Barcelona como ciudad que sabe de músicas con otro tipo de distribución, y un punto de encuentro internacional de una importancia bastante notable.

Música: la estrella del festival, pero de lejos. El Primavera Sound descubre grupos, recupera grupos, sabe de pop, sabe de rock, sabe de electrónica, sabe de indie, es capaz de reunir a aquellos que tuvieron un éxito hace 15 años, es capaz de reconciliar grupos que se llevaban fatal entre sí, es capaz de hacer que los músicos bajen su caché para tocar ahí, y normalmente saca los mejores conciertos de cada grupo. La presencia de Steve Albini cada año (al menos hasta ahora, desde hace unos cuantos años) asegura un sonido impresionante en el escenario ATP, el más arriesgado en cuanto a sonido. La distribución de la música por franjas horarias está muy estudiada, y normalmente la fiesta acaba en el momento justo (cosa que no ocurrió este año, cuando el Ayuntamiento se puso pesado con la hora de cierre, y nos dejó a todos interruptus a las 5 y media). Grupos, más grupos y muchos más grupos que se unen, se juntan, y se solapan, una y otra vez. Grupos por la mañana, grupos por la tarde, grupos en las plazas, grupos en el Forum. Júntese eso a que este año lo ampliaron a otros recintos, empezando los conciertos un lunes en el Apolo, pasando un miércoles al Poble Espanyol (que se llenó) y terminando un domingo en un Apolo con Mercury Rev. Una auténtica locura de una semana.

Precio: caro, pero caro de cojones. El festival en sí, si eres avispado, te sale a poco más de 100 euros (o mucho menos con las primeras remesas del primaverasound+primaveraclub), pero la estancia en Barcelona es cara, la comida en Barcelona es cara, y todo lo que hay dentro del Forum es carísimo: consumición mínima a 3 euros. Además como el festival es tan largo (los grupos empiezan a tocar a las 4-5 de la tarde) las consumiciones se alargan, se acumulan, y creedme, es muy difícil colar bebida. Además entras ahí, ves los puestos de música, acabas picando... una sangría. Y si te quedas más sitios, más caro.

Ambientillo: esquizofrénico durante el festival, estupendo durante los conciertos paralelos. En el festival se juntan los guiris que cogen vacaciones en Barcelona y empalman con uno o dos festivales (muchos se quedan desde el primavera sound hasta el Sonar, todo un planazo), los aficionados a la música que se han aprendido el cartel, los amigos de estos aficionados que quieren ver en qué consiste el festival, los que salen de fiesta y deciden ir al Primavera Sound, padres, hijos... Además, los guiris son de todo tipo de variedad: además del clásico inglés y del lógico francés, hay norteamericanos, alemanes, japos con pasta, alemanes... en definitiva, absolutamente de todo. Lo malo es que cada vez más vienen los dos grupos más nocivos para cualquier actividad: el guiri que viene a emborracharse a lo bestia y la monta en grupo, y el imbécil local, el que berrea en los directos, el que empuja para irse a primera fila y empuja para irse, el porculero, el que se te pone al lado en tercera fila para hablar con su colega en un concierto de post rock. Ese. El que va al festival porque tiene derecho a ir al festival. El mal.

Ahora, durante los conciertos de día, en el Parc, la cosa cambia. Son una maravilla, a la hora de comer mientras muchos duermen la resaca, con muchas veces los mejores conciertos del festival. Niños que corretean, pocos aficionados que muchas veces son músicos, ambientillo de felicidad y hippismo. Y además, gratis para los que no tienen el abono.

Comodidad: solía ser el festival más cómodo de todos, pero su crecimiento lo ha convertido en el más incómodo. La cantidad de escenarios (7 principales, contando el auditorio, más el "unplugged" de Rayban y el de Myspace) y el espacio que podía llegar a haber entre ellos (los paseos entre uno y otro podían acercarse al kilómetro), la cantidad de propuestas, las mareas de gente, la carrera de obstáculos que es el hermosísimo recinto del forum, las piedras y polvo del escenario Levant, la cerveza sin gas que no emborrachaba, las baldosas rotas, la falta de luz, los retrasos y adelantamientos de horarios que no se anunciaban por las vías adecuadas simplemente porque a los señores del cotarro les caía mal el Twitter, el cierre a una hora donde no hay transporte público... las colas, las colas, más colas aún. Menos mal que iba con el abono VIP porque este año ha sido bastante insoportable, con absoluta incapacidad de ver conciertos en un sitio donde no te estuvieran molestando los capullos de costumbre (sigo intrigado pensando por qué va cierta gente a los conciertos), pisotones, gente que no sabe drogarse, camellos, más camellos... Vamos, que es una auténtica paliza de festival. Mi amiga Silvia decidió, el último día, hacer sólo conciertos de Auditorio, y dijo que fue su mejor decisión. Yo me lo estoy pensando para el siguiente.

Actividades paralelas y feeling general como festival: una barbaridad de actividades durante una semana y pico, en el metro, en la plaza de la catedral, en la universidad, en un parque, en un poble, en otro poble, y con actividades de encuentros entre promotoras, distribuidoras... millares de personas yendo de un lugar a otro de Barcelona con la pulsera puesta. Pese a algún paso en falso, el Ayuntamiento se dio cuenta de que el Primavera le favorece mucho, y desde entonces Barcelona es Primavera Sound y viceversa. Añádase a esto que el PS suele ser el festival que más engloba los gustos de todos, con lo que suele ser un punto de encuentro de amigos: se da mucho el ir a un concierto, encontrarte con alguien, ver el concierto con él o ella, y salir a otro concierto, encontrarte con otra persona. Es como una locura compartida. Una gozada de festival.

SONAR

El Primavera Sound puede que sea el festival más importante de Barcelona, pero el Sónar es, de lejos, el festival de electrónica más importante del mundo. Dos semanas después del festival indie, Barcelona se quita las gafas de pasta y se pone las gafas de sol, y durante tres (cuatro) días de calor infame, insoportable, monta un festival soleado en el centro centro y un festival poligonero en una zona más apartada. Si te gusta la electrónica, es el festival definitivo. Si no tienes prejuicios y vas relajado, también.

Música: dos franjas: el día y la noche. El Sónar de Día, en el CCCB, es el más variado de todos: puede sonar desde punk artie hasta house, pasando por dubstep, jazz, electroacústica, rap, soul, turtablism, petardeo, poprock, ambient, máquinas de coser que hacen ruido a coro, frecuencias que hacen cuadros, cualquier cosa. El Sónar de Noche tiene sesiones de techno, house, dubstep, 2step, techhouse... y algunos conciertos de pop rock o poprock electrónico a primera hora, con cosas aparentemente incongruentes como Roxy Music o Grace Jones.

Así que el Sónar cumple muchas facetas a la vez. Por un lado descubre a nuevos talentos que se han dado a conocer por actividades tipo Red Bull Music Academy. Por otro reune parte de lo que tuvo éxito el año anterior y no sea demasiado incongruente con el público barcelonés. También rescata mucho talento local y lo distribuye por diferentes franjas, con sus grupos mejores y sus grupos peores. También mete cosas arties de composición semiclásica, con mucho deje jazzero, conciertos con visuales, experimentación de sonidos de todo tipo (colgaos que van con planchas de hierro y serruchos y esas cosas), y también mete nombres conocidos. Es el festival más ambicioso que conozco, y lo sorprendente es que le suele salir muy bien la jugada de unir lo clásico con lo moderno, lo viejuno con lo insultantemente joven, y el público responde muy agradecido a toda esta variedad.

Precio: muy caro, tanto el festival como la estancia en Barcelona, las consumiciones dentro del recinto o la comida en cualquier sitio cercano (pese a que vayas a kebabs o a restaurantes de menú, acabas gastándote un dinero). Y es que el Sónar dura desde las 12 de la mañana hasta, puede, las 8 de la mañana del día siguiente, y eso es, simplemente, mucho dinero. Hay posibilidad, en el de día, de salir un rato a la calle para beber cosas del primer paquistaní que te ofrezca, pero no deja de ser incómodo. En definitiva: hay que ahorrar para ir al Sónar.

Ambientillo: público extranjero en mayoría abrumadora durante el Sónar de día, y con más locales por la noche de los barrios más granados de la periferia de Barcelona (sí, sarcasmo). Durante el día también hay algún pasao, pero lo más incómodo es que el Sónar es tan tan importante que se llenan de fotógrafos. Bien, creedme: los fotógrafos del Sónar son la cosa más insoportable que existe, son el puto mal, son el infierno, son auténticos reclamos de atención, maleducados, pesados, lo puto peor. Te empujan durante los conciertos, te ponen el objetivo en tu cara, en la puta vida dicen perdón o gracias, y huelen, por lo general, mal. Sin duda esta tribu es lo que más perjudica a un público que, por lo general, va precisamente por la música. Gafapasteo casi nulo: es más bien como si la Barceloneta estuviera en el CCCB, con sus bermudas, chanclas y demás. Es puro ambientillo de vacaciones.

Comodidad: media, por unión de extremos. El Sónar de día está en el medio de Barcelona, a dos pasos de Plaça Catalunya y Plaça Universitat, y eso lo convierte en una auténtica comodidad, así como tener los escenarios en un recinto cerrado, acotado y demás. Recinto cerrado con sus sombras, su multitud de baños, sus sitios para comer y tomar cócteles... y sus riadas de gente y su calor insoportable dentro de las carpas. Hay cuatro escenarios en el de día: el principal es enorme y con árboles, pero sólo se oye bien a partir de cierto lado (por la ubicación de los altavoces). El segundo es una carpa donde hace un calor espantoso, con césped artificial, y un aire acondicionado que sólo refresca atrás (donde no se escucha la música de delante). El tercero es un subsuelo donde se acumula todo el calor, a oscuras, con un tipo de ticket distinto, con salida complicada. El cuarto es una sala que es una maldita sauna y huele a rayos.

De noche son un par de naves y un par de pasillos. La nave principal es IMPRESIONANTE, gigantesca, que da todo el sentido positivo a lo poligonero cuando este año sonaba "Born Slippy" de Underworld justo donde debería sonar y en su contexto. El primer pasillo es estupendo, el que mejor suena, con varias barras y bancos para sentarse. La siguiente nave, al lado de los coches de choque, es un chiste de mal gusto en cuanto a sonido, apariencia y demás. El segundo pasillo es algo más grande que el primero, pero quizás con más tendencia a apelotonarse todo y con más alcantarillas que huelen a mierda. De hecho es el olor a cañería lo que más invade el Sónar nocturno, y es difícil descansar cuando viene el cansancio. Por otro lado el acceso al polígono es complicado, y la vuelta, una auténtica odisea. Vamos, sólo para espíritus fuertes.

Añadir que hay una pulsera para cada Sónar de día, y que de noche es obligatorio llevar la entrada.

Actividades paralelas y feeling general como festival: me parece increíble como Barcelona, dos semanas después de ser lo más indie del planeta, se vuelca para ser lo más avanzado. Las actividades paralelas se desarrollan en diversos clubs, y con un concierto especial en el Auditori cada año. A veces hay algo más artístico, como exposiciones, obras de luces al aire libre, y movidas del estilo. Sí, se nota mucho el clima del Sónar, y la gente agradece el festival. Como festival es el primero realmente "vacaciones" que existe, sobre todo por ese sonar de día donde ves a los grupos con un café en la mano, y puede llegar a ser el más total de todos si te lo montas bien. Y montárselo bien quizás significa ir por libre, porque la música del Sónar toca tantos palos que es muy difícil coincidir con nadie en cuanto a qué palo es más interesante.

Hasta aquí la primera parte.

domingo, 16 de octubre de 2011

Roland Emmerich




Pregunta.- Vaya obsesión la suya con destruir el mundo. En este filme se carga Los Ángeles, la Torre Eiffel, el Cristo del Corcovado en Río de Janeiro, El Vaticano...

Respuesta.- Si te fijas, todos ellos son símbolos de sus respectivos continentes. Y lo del Vaticano... bueno, estoy contra las religiones organizadas, contra las iglesias. ¿Para qué hay que ir a una iglesia a rezar? No tengo ni idea. El mensaje es que si tienes que hablar con Dios, no lo hagas enfrente de una iglesia porque se te puede caer encima.



Fue seguramente en ese momento cuando me empecé a enamorar de Roland Emmerich y cuando empecé a comprenderlo. Roland Emmerich es, seguramente, uno de mis ídolos actualmente. Antes estaba Björk, pero es alguien demasiado lejana, islandesa, siempre cercana al mundo punk y al mundo de la moda. También estaban gente como Underworld o Massive Attack, pero también tenían backgrounds totalmente diferentes al mío, lo cual me hace pensar que jamás podría hacer lo que ellos.

Pero Roland Emmerich no. Roland Emmerich tiene varias virtudes que me hacen tenerlo de ídolo, que enumerándolas son:

- Es muy nerd.
- Es muy marica.
- Tiene una nariz fabulosa.

Que en realidad se reducen a la cuestión de la nariz.

Vale, no es cierto. Me gusta porque poco a poco ha conseguido ser el Ed Wood que Ed Wood hubiera querido ser. ¿Qué quiere decir eso? Este hombre adora la serie B, la ama, pero mucho más de lo que Joe Dante, Spielberg, Fred Dekker y demás greatest hits de los 80 lo hacían. Y esto se nota en que siempre hace serie B, independientemente del presupuesto. Siempre tiene ese punto de pulp, de gamberrada disfrazada de chapucería, de "a ver cómo lo hago más grande". Pero para llegar hasta ahí, vamos a repasar un poco su filmografía. O al menos, lo que recuerdo. (NOTA: se obvia 10000 BC. La recuerdo en un tren. Recuerdo que parecía una cosa de Russell Mulcahy, y no quiero recordar más de ella)

El principio del arca de Noé (1984)

http://favoritemoviescene.blogspot.com/2010/10/das-arche-noah-prinzip-richy-mueller.html

Este es el mejor recuerdo que tengo de la película, y bueno, sospecho que fue una película hecha para sacar al amigo
Richy Müller desnudo o en calzoncillos - que por otro lado, es otro hombre con una nariz fabulosa. Bueno, esta fue la primera película seria de Emmerich. Creo que iba de un tío en una estación espacial que, durante una hora y media, tenía problemas con su novia y descubría ser parte de un complot internacional para no se qué leches que tenía que ver con la estación. Resumiendo: era un coñazo. Pero Richy Müller salía en calzoncillos casi todo el rato, lo cual es una buena muestra del gusto estético de Emmerich. También el uso de maquetas era impresionante, pero no tanto como el actor principal.


El secreto de Joey (1987)




La película donde dieron de leches a Roland Emmerich hasta en el DNI por saquear toda la iconografía de Star Wars sin permiso. Joey trata de un chaval que se ve envuelto en una trama que es a rato Poltergeist, a ratos ET, a ratos Los Goonies, y con cosas de Star Wars volando por ahí. Es un auténtico despropósito que sirve para decir: "hola, mi nombre es Roland Emmerich y me vuelve loco Spielberg". Es algo demasiado adolescente, demasiado amateur.

Curiosamente sí nos impactó a los chavales de los ochenta. La culpa la tienen dos cosas: una fotografía e iluminación que sí sabe sacar partido a los escenarios, y que bueno, a quien no acojonan los juguetes asesinos. El muñecajo ese fue parte de los trozos de películas que aparecían en la cortinilla de "Documentos TV", añadiendo mal rollo a la cortinilla. El resto de la peli, pese a muchas cosas que me gustan (banda sonora con sintetizador, uso imaginativo de efectos visuales), lo dicho, un desastre.

Estación Lunar 44 (1990)


Antes que Verhoeven dijera "eh! miradme todos! voy a adaptar una novela de Heinlein de forma IRONICA! ¿eh? ¿lo veis? ¡es i-ro-ní-a! ¡soy super sarcástico!", alguien le iba a superar en sorna: el mismo Emmerich, sacando todos, absolutamente todos los clichés del cine carcelario, del cine de soldados, metiendo en el plató un homoerotismo casi insoportable, comandado por Michael Paré y Malcolm McDowell, y que culmina en una violación en la ducha que está rodada de tal forma que suena a coña marinera (con elegante cambio de plano al espacio donde ¡sí! se pueden oír los gritos). ¿El resto? Soldados muy machos, comida que sabe a mierda, misiones imposibles, heroicismos, excelente uso de las maquetas, excelente uso de los decorados y la iluminación, y ese tufazo a novela baratilla de cf que tanto caracteriza a Emmerich. Ah, y muchos culos.

Soldado Universal (1992)


Podría decir muchas cosas de esta peli. Podría decir que es el final de la etapa de Roland Emmerich rodando con el puñetero filtro azul. Podría decir que jamás han salido tan guapos ni Van Damme ni Dolph Lundgren. Pero en realidad lo que más recuerdo de esta peli es que fue la primera película de hostia limpia que vi en el cine, con mi amigo Roberto (hay una historia de homoerotismo célibe y doloroso con este chaval, que por ahora pasaré de largo). El me fue informando de todo lo que tenía que ocurrir en esta película, entre lo que destaca:

- Una lucha final más larga que el resto de las luchas de toda la película
- Un objeto punzante que es lo que mata al malo

Esto último es algo que aparece en muchas películas de acción de los 80 y 90, y es como justificar la muerte del malo por un accidente. Venga, pensad ¿a que os suena esa muerte de caerse de no se donde y acabar atravesado por una valla/arpón/cristal/etcétera? En el cine de acción norteamericano, el asesino del giallo es el protagonista contra el malvado.

Volviendo a Soldado Universal: es exactamente lo que promete. Van Damme con líneas de diálogo bastante estúpidas, una chica florero, y Dolph Lungdren haciendo de Terminator. Destaca la siguiente escena:

Absolutamente gratuita.


Stargate(1994)





Es el único trozo que dejaban coger de youtube. Anyway, Stargate es el comienzo de la racha petataquillas del amigo alemán. Stargate, es, además, dos películas: 30 minutos bien escritos, y luego una hora y pico de pulp. Es exagerado cómo las ideas, tanto visuales como argumentales, van desapareciendo una vez atraviesan dicha puerta. Quizás fuera cosa de expectativas: todos nos esperábamos un "Otherworld" en película, pero en vez de eso Emmerich y su amigo/guionista Dean Devlin hicieron una película puramente colonial y militar, no un space opera.

Según se ve en la parte Trivia de la IMDB, James Spader aceptó el proyecto sólo por el entusiasmo que mostraba Roland Emmerich. Lo que es sorprendente es el entusiasmo de James Spader, quien es capaz de sacar un personaje adelante, personaje que basicamente es el niño empollón de las películas de los 80 ya hecho grande. Kurt Russell tiene algo mucho más esquemático para hacer con el suyo, y simplemente pone su cara de circunstancia ante todo lo que tiene que decir o hacer, como decir que está dolido por la muerte de su hijo o dejar el tabaco (sinceramente, hace mucho mejor papel en Soldier, del primo-hermano de Emmerich Paul W.S. Anderson). Pero es que tampoco hay mucho que hacer una vez la película se va a ese planeta egipcio: gansadas con animales babosos, mujeres exóticas, un personaje cómico, y escenas de guerra totalmente incongruentes.

Pero ¿cómo? ¿Dónde está el componente marica de Emmerich? En Jaye Davidson, por supuesto, el elemento más sexualmente ambiguo que ha habido jamás en el cine. El tío pidió un millón de dólares y que no le tocaran los piercings de los pezones, y se lo dieron. El último día, cual travesti en El Diario de Patricia, dijo que no estaba cómodo y se quedaba desnudo, que pasaba de vestirse. Y luego dijo que no volvería al cine más nunca. Un raro, vamos, pero que haciendo de un dios egipcio que está rodeado de niños semidesnudo, da un carácter ciertamente inquietante. Es como asexuado y a la vez peligroso. Es un malvado, perdonen la rima, fabuloso.

Pero la película no vale gran cosa. Hay mucha estridencia por parte del tema de David Arnold, hay una escena hilarante y con una digresión casi molesta con un chaval cayendo en combate y su casco rebotando en una escalera, hay un uso muy perezoso de los grandes decorados, y en general hay mucha incomodidad. Toda esa primera parte milimetrada levita, kilómetros por encima, sobre la segunda. Echaron la culpa al presupuesto, pero creo yo que la primera idea estaba clara, pero la segunda no tanto.

Independence Day (1996)



Esto es el alpha y el omega de la película. En una actualización de las películas de ovnis cincuenteras y del V de los ochenta, Devlin y Emmerich sacaron todas sus ideas más infantiles para juntarlas con el espíritu de catástrofe y hacer una película con todo ello. Primero el elemento decepcionante: no hay nada marica en Independence Day. Nada. Will Smith es muy hetero, Jeff Goldblum también, y Bill Pullman no da para ningún sex appeal siquiera.

¿Qué es lo bueno? Que aquí ya van con el cachondeo a toda pastilla. Engañan al comienzo, generando cierta tensión con esos alienígenas que no se muestran y sólo quieren cargarse al personal (elemento que, ironías del destino, retomaría Spielberg en su "La guerra de los mundos"), pero luego van al puro espectáculo circense, sin metáfora. Cromas que cantan a distancia. Hostias a extraterrestres. Presidentes de EEUU que vuelan cazas. Virus informáticos que se cargan las cpus de esos extraterrestres. Y por supuesto, un negro, un judío y un blanco entre todos, como si fuera un chiste de esos. Y una Mary McDonnell que aparece y desaparece sin que nadie se pregunte nada.

Espectacular, sin duda. Es como el final de "Invasores de marte", la de los 50, pero en divertido. Es mostrar, en toda su exageración, el orgullo patrio norteamericano, de tal forma que es capaz de levantar algunas cejas.

Muy poco después se estrenaría "Mars Attacks", que aunque iba de parodia bruta de las mismas fuentes, casi acabó siendo una parodia de la película de Emmerich, sobre todo en los speeches. Pero en Mars Attacks no explotan las cosas de forma tan chula. En Independence Day las cosas explotan de forma majestuosa, elegante, y de color azul. Nadie explota explota expló el mundo civilizado como mi alemán favorito.

Godzilla(1998)



Hay una cosa maravillosa en Godzilla, y se ve en ese vídeo en el minuto 3 y pico: saltan los taxis, y luego la gente salta con los paraguas. Se nota que es fake. Y DA IGUAL. Ese espíritu edwoodiano está pleno en esta heretiquísima película, la mayor causa de odio a Emmerich en lo que va de carrera. De nuevo hace una película azul sobre un desastre tras otro desastre, con la última vez donde Matthew Broderick sale guapo en la historia del cine, y con una tipa con el fabuloso nombre de María Pitillo, mientras Jean Renó se parte la caja pasando por ahí. Luego la película es una mezcla de todas las películas de aventuras, y es algo que no acaba de funcionar: parece que quiere hacer King Kong, todo King Kong metido en NY, y lo malo es que todo eso A LA VEZ no puede ser. Primero: el público de hoy no perdona ese cambio de tamaño del monstruo. Segundo: vale, te gusta Spielberg, pero no puedes meter una escena que plagie de tal forma a los velocirraptores de Parque Jurásico. No, no puedes. Y tercero: sí, vale, te gusta King Kong ¿era necesario que insistera tanto en ello, con ese final donde oh el monstruo da penita?

Por fortuna vino Cloverfield para demostrarnos que los monstruos son de un tamaño: enorme, y que sólo tienen un carácter: hijoputa.

Además Cloverfield es amarillo y marrón, no sólo azul.

El patriota (2000)



Nadie detuvo a Emmerich tras los desastrosos resultados de taquilla de Godzilla. Simplemente le dijeron "oye, vuelve a hacer otro tema así como muy proamericano. Y esta vez déjate de azules".

El Patriota es el sueño húmedo de Mel Gibson. Es mucho más burra que Braveheart. Mezcla muchos más géneros populares. Y el personaje es aún más jarboil que el de Payback del año anterior. Y tiene aún mejor excusa histórica. De hecho la cantidad de pasta y de nombres que arrastra esta peli casi asusta, con una bso de John Williams coronándolo todo. ¿De qué va? de Mel Gibson siendo el personaje decisivo para la independencia de (norte)américa, enfrentándose contra un malo malísimo y caricaturesco que encarna Jason Isaacs. Todo eso durante muchiiisimo tiempo, con mucha sangre, pólvora, y speeches escritos por el menda guionista de Salvad al Soldado Ryan (de ¡Spielberg!).

Hace poco la revisé, y pese a que plásticamente es impresionante - aunque a veces se acerque a lo cursi - , reconozco que hay que tener cierto nivel de cachondeo en el cuerpo para tragársela. En la escena que he puesto ya se ve por qué: es una película histórica, es un western, es una película de venganzas, y todo ello con Mel Gibson frunciendo el ceño. Salen batallas donde bolas de cañón atraviesan a soldados, y donde salen decapitaciones, todas con un colorido precioso. Pero en demasiadas ocasiones todo parece un remake de Soldado Universal pero de época, con, por supuesto, una larga pelea final entre El Bueno y El Malo. Qué se le va a hacer, es la forma de ver el cine de este hombre: le puedes dar medios, que te acaba haciendo un pulp igualmente. Hasta los soliloquios suenan, más que a novela histórica hipertrofiada, a personaje de Robert Heinlein.

La mariconería está en el personaje de Jason Isaacs, que es una mezcla entre el Barón Harkonnen y Priscilla la Reina del Desierto.

El día de mañana(2004)




Quizás no signifique ninguna mejora de Emmerich como director o guionista (de hecho su guión, su estructura de la historia, es lo que más daño hace a la película), pero sin duda es una muestra de lo bien que se entiende con su equipo de efectos especiales. Estas escenas, seguramente las mejores de toda la película, muestran el primer intento de Emmerich de hacer la Película De Catástrofes Definitiva. Pero hay más elementos. Al igual que en Godzilla, quien no está en lo que tiene que estar, palma. Luego tiene cachondeíto el uso de los retrovisores, un guiño descarado a la forma que tiene Spielberg de rodar. Pero lo que destaca, además de ese nuevo intento por hacer lo imposible de que los personajes estén a la vez al lado del peligro y que se salven de forma ultrainverosímil en el último momento, es la perfección física de estos efectos: la forma en que se desplazan los fluidos es fascinante, alucinante.

El resto de la película destaca por sus paralelismos con Spielberg: familias desestructuradas, padres que atraviesan de todo para salvar a sus hijos y tantas escenas que tienen un espejo en "La guerra de los mundos" que se estrenaría al año siguiente. La diferencia está, por supuesto, en que Spielberg sabe crear drama familiar y Emmerich no sabe o pasa de esforzarse.

Hay escenas muy chulas, de todas formas. Una conversación telefónica con el agua al cuello es algo muy alegórico, muy hermoso, muy sutil para lo que es este hombre. La entrada de los lobos también tiene un lirismo muy curioso. La despedida de Ian Holm no deja de dar cierta penita. Y eso de que los protagonistas tengan que quemar toda la biblioteca para sobrevivir no deja de dar la impresión de que te están diciendo algo pero no sabes exactamente qué.

Lo que al final ha trascendido de esta película son las partes que huelen a realismo. Por primera vez las escenas de efectos especiales fueron una predicción muy certera de lo que fue el famoso tsunami japonés. Por otro lado, aunque parezca forzado, sí es bastante probable un cambio de climatología de forma brusca (quizás no *tan* brusca, vale). Y por último, la coña marinera del final parece una llamada de Roland Emmerich ante Tim Burton, como si dijera "¡eh! ¡yo también sé hacer bromas con México!". La broma en sí es que hay un enorme movimiento migratorio hacia el sur, claro.

Y ya en esta película hay coñas políticas y sociales con la destrucción de ciertos edificios y la aparición de ciertos personajes, pero de una forma bastante sutil con respecto a la siguiente. Mariconería cero, por cierto.

2012 (2010)



El epítome de Emmerich, su mejor película, y la que tiene escenas de mayor vergüenza ajena. 2012 tiene absolutamente todas las obsesiones de este hombre, que a estas alturas de la vida habrá que llamar autor: las familias desestructuradas (como adivinad-qué-otro-director), la destrucción de iconos, y el no evitar meter cualquier elemento de baratillo que se le ocurra. 2012 es, de hecho, un remake no confeso de "El día de mañana", con exactamente los mismos personajes, pero distintas ciudades que sufren. Lo que la hace muy divertida, y la mejor película de Emmerich durante una hora y media, es que tiene una estructura cuidadísima durante su comienzo, que los actores se toman en serio lo que están haciendo, y que, incluso cuando no hay efectos, hay escenas realmente buenas. La explicación de toda la, ejem, ciencia de la película mediante un flash de Woody Harrelson es insólitamente hipnótica. Hay una escena preciosa en el avión donde viajan todos los protagonistas, sin música, sutil, lo nunca visto en este hombre. También están todas las referencias a problemas políticos actuales

Para ser concretos: sale un clon de Schwarzenegger, sale un clon de Angela Merkel, sale un clon de Berlusconi, y sale un clon de Paris Hilton como personaje principal. Si eso no fuera suficiente, la solución a que se salve la humanidad están en unas arcas donde todos van a ir a parar al sur de África, en plena misión neocolonizadora, que es una especie de chiste 2.0 respecto al de "El día de mañana". ¿Qué tiene de malo la película? Que hay muchísima paja, tanta como en Stargate, para rellenar todos esos minutos. Corre corre venga dale arriba abajo uy que te salvas. Eso funciona una vez, funciona dos, pero ya cuando llegan al arca, directamente, cansa. Si hubiera metido tijeras ahí, la película sería... ¡perfecta!

Pero no olvidemos el punto que la resume. Los elegidos van a salvarse gracias a esas arcas, logran navegar con ellas y de repente tienen el riesgo de estrellarse contra una montaña. ¿Qué montaña? ¿Cómo que qué montaña? ¿Cuál va a ser sino la montaña más grande del planeta? ¡El Everest! Ahí está el espíritu del alemán loco. La otra gran coña es el portaaviones USS Kennedy como autor de la muerte del presidente negro. Pero hay muchísimas más escondidas por los minutos y minutos de 2012.

Por dios, voy a poner la escena que se me olvidaba, la otra escena que ha causado mayor odio en nuestro alemán.





FUTURO

Tiene en próximo estreno una película sobre la auténtica autoría de las obras de Shakespeare, que tiene pinta de ser un desastre. Luego va a destrozar la Fundación de Asimov.

¿Verdad que la vida puede ser maravillosa?

Love u, Roland.

lunes, 8 de agosto de 2011

Something goes right

En Abril, la última semana, pedí al ciudadano Fran que me llevase a Gijón. Aterricé en una tasca con sidra y todo tipo de tapas asturianas. Nos fuimos al LEV, en el laboral. Disfruté de un par de directos, y me encontré a gente que provocó que perdiera la consciencia. Al día siguiente me saludaba todo el mundo, y no me acordaba de nada.

No me lo perdono, porque no recuerdo casi nada de la primera aparición de SBTRKT. Me acuerdo de otras muchas cosas, como una sesión memorable de John Hopkins, un concierto escalofriante de Darkstar. Pero no me acuerdo de esto, y debería acordarme.

Agosto

Esta mañana, al coger el tren, volviendo a mi oficina en Las Rozas tras tantas semanas que cogía el AVE de madrugada para enterrarme en la fábrica de váteres en las afueras de Barcelona, me entraba una sensación tremenda de melancolía. Es una sensación proustiana que me ha perseguido este fin de semana, quizás porque han sido los primeros días en bastante tiempo donde he podido pensar en algo más que no fueran procesos, cargas y documentación.

Anoche, mientras me reunía con la almohada, me vino a la cabeza una anécdota que resumía bastante bien lo poco que me gustaba la universidad. El profesor de cálculo, o digamos Cálculo, me sacó a la pizarra. No pasaba nada porque te sacase a la pizarra: simplemente quería que te sintieras implicado mientras él te iba diciendo la solución al problema. Me dijo "Dibuja una elipse". Y yo dibujé un eje de cordenadas y practicamente un churro, una O. La clase estalló en una risotada, y el profesor me miró casi asustado. "Bueno, una elipse, al menos intenta que sea regular", y entonces la hice con más cariño. Una de esas típicas anécdotas tontas que te persiguen, que puedes recrear en tu cabeza con todo detalle para sentir la vergüenza que debiste sentir en ese momento. Todo esto viene porque me han dado una segunda oportunidad para volver y terminar lo que me falta en la carrera. Que pretendo aprovechar. Y me da un terror que abruma volver a ver a toda esa gente que me miraba con cara de condenarme a tener un futuro de mierda.

Para variar, no dejo de pensar en ello no porque no tenga solución, sino porque simplemente la tiene y estos gusanos autodestructivos que andan por mi cabeza son simplemente resaca de culpas anteriores que ya deberían estar superadas. Me centro, entonces, en el presente. He estado trabajando duro, día y noche, sufriendo por ello pérdidas de sueño, un cuerpo castigado, tics en los ojos, y demoras en la visita a la peluquería. Todas las preguntas, todos los dilemas que he estado aparcando este tiempo de duro trabajo, atacan a la vez: sigo en el país o trabajo fuera, cómo hago para aprovecharme de la oportunidad que me han dado si sigo trabajando duro, cómo voy a dar la espalda a esta empresa si es, por ahora, la mejor en donde he trabajado, qué coño hago con las redes sociales, quiénes son amigos, qué hago tan agobiado si soy soltero y en teoría tengo libertad. Y el tic del ojo vuelve. Y no tengo tabaco.

Para colmo lo que me daba más respiro se ha gastado. He matado la gallina de los huevos de oro de mi felicidad: los festivales. Ya voy cansado. Ya no me apetece caminar de un sitio para otro. Me estorba todo el mundo, no me apetece saludar, no me apetece ir con nadie. Me siento como si hasta en mi tiempo libre me estuviera comprometiendo para cosas que realmente no van conmigo.

Como si el trabajo fuera realmente unas vacaciones. Creo que algo anda mal cuando lo consideras así.

Los discos, los conciertos, los singalongs en el coche, los paseos con los cascos, se suceden. Ahora mismo tengo a SBTRKT cantando las fabulosas "Sanctuary" o "Something goes right", y este año se ha recuperado, por fin, Hospital Records con varios discos y eps de comeback muy buenos, como el último de London Elektricity. Gente que sigue siendo lejana, alienígena, frente al mismo pop soleado que ahora apenas me dice nada. Hace unos años me sentía en comunión con el mundo, y ahora sólo me apetece estar en mi burbuja, en mi mundo. Diría que es estrés por tanto trabajo, pero me temo que el estrés es el tiempo personal.

La crisis de la treintena ataca sin compasión. Tarde, pero ataca.

lunes, 18 de julio de 2011

Fib 2011


[Mensaje escrito para el foro del primavera sound, pero extrapolable]

Bueno, querréis que os cuente cómo ha estado este FIB, seguramente el FIB oficial de la decadencia absoluta ¿verdad?

Pues peor que el del año pasado, pero aún así no ha estado mal. Fue injusto concentrar todo lo mejor del cartel el domingo, y los parones que hubo el viernes fueron absolutamente criminales. Así que, enumerando:

JUEVES
- Anna Calvi mola. Así en general. Era el primer concierto, hacía calor, pero sonaba todo ruidoso y con una pose muy chula.
- Russian Red me aburre enormemente con sus canciones, pero su concierto sonó a absoluta gloria. Se oía todo, en toda su sutileza: tiene un grupo de músicos, aparte de muy guapos, absolutamente fabulosos.
- Julieta Venegas hizo exactamente el concierto que se esperaba. Ocurrió exactamente lo esperado: miles de personas cantando "yo te quiero con limón y sal", "me despido de ti y me voy", y su versión, oh tan celebrada, de "sin documentos", mientras los guiris flipaban, mucho. Además ella estaba monísima.
- Lo de Congotronics vs Rockers era absolutamente hipnótico. Sí, es cierto, tenía ese ligero olorcillo a intelectualidad dándoselas de perriflautismo, pero musicalmente la cosa funcionaba. No había una línea melódica demasiado clara, pero llamaba la atención y movía los pies. Ah, y ni idea de quienes eran los de encima del escenario.
- Crystal Fighters tuvieron el concierto, directamente, más agobiante de toda esta edición del FIB. El lumbreras que decidió ponerlos en el escenario más pequeño de todos debe haber muerto a base de collejas en este momento. Lo que pude oír y ver de ellos, bien, saturando graves y tal. Me rocé con muchos hombres, en plan cuarto oscuro del strong.
- Chase & Status tienen un show muy chulo. Tiran de vídeos para todas las colaboraciones vocales, pero usan batería en vivo que juntan bastante bien con lo pregrabado. Me metí en primera fila, bailé como un condenado, y sorteé varias hostias de guiris (sin duda, el concierto donde más peleas se montaron de todo el FIB).
- Pendulum también tienen un show muy chulo, aunque aquí parecía todo bastante reducido para caber en una hora, y los momentos raveros se mantenieron muy comprimidos. Vídeos y estética muy prodigy todo, funcionaba de maravilla a esas horas.
- Henry Saiz es un titán, hostia, un titán. Me encantó. La selección era muy bonita, y la progresión, implacable.


VIERNES:

Un botellón en el coche nos impidió meternos para los primeros conciertos.
- Nudozurdo. ¿Puede gustarme más el cantante? Y más aún ¿cómo un grupo cuyos discos me parecen un meh son capaces de hacer esos directos tan densos con toda la solana? Segunda vez que los veo en un FIB, y mejor que la anterior, con un escenario grande que ocupaban sin problemas.
- Paris Riots. Yawn.
- The Undertones: ya sabéis cómo es esto de los comebacks, que o bien te encuentras al grupo igual de salvaje, o te lo encuentras en plan orquesta de feria. Undertones se acercaban un pelín al momento orquesta, pero tenían tan buen humor, tanta energía, y el líder era tan divertido, que el concierto se convirtió en uno de los mejores de este FIB.
- Herman Dune. No entro. Sigo sin entrar. Me aburro.
- Elbow: entro. Me gustan (como me gustaron hace dos años), pero me aburro. Empiezo a estar MUY cansado, y el momento folkie no ayuda. Señores que organizan festivales: meter varios grupos del mismo estilo solapándose no es una buena idea, en absoluto.
- Art Brut son un poco la polla en directo. Un amigo me comentaba que eran los The Fall actuales, y yo sin haberlos conocido de antes, pues sí, un poco un The Fall sin autodestrucción, pero el cantante usó toda su simpatía para caminar por el público (retornado en plan crowdsurfing por éste, y esta vez tuve suerte de que nadie se me cayese encima), y con tonterías de estas se hizo entender en sus desbarres y se hizo bailar en sus ataques sonoros.
- The Strokes. Venga, venid todos y decídmelo: "ya te lo dije". Cierto, su directo transmite tanta energía como la digestión de una vaca, lo cual hace que se resalte un hecho muy tonto que ocurre con los Strokes: tienen canciones muy buenas (las de Is This It, basicamente), y el resto son insoportables. Julian Casablancas tiene el carisma de una mierda de pavo, y el grupo aunque tocaba bien, aburría enormemente.
- Zombie Zombie, mientras tanto, hacían rave con la música de John Carpenter. Con momento subidón con la de Halloween. Sí, el invento funcionaba, pero son mucho mejores con sus composiciones propias.

Entonces, amigos, empecé a sudar. Y luego a temblar. Y luego me empezó a doler la cabeza y la tripa, y me tuve que tumbar. Empezaba James Murphy, pinchando la puta mierda que todos sabéis, y no me recuperaba. Me iba yendo al hostal por el laargo camino y relevó Juan macLean, pinchando la puta mierda que ya sabemos todos que pincha por lo general. Morí en la habitación, despertado de vez en cuando con las putas maravillas que pinchaba Mary Anne Hobbes.

SABADO:

Tras 12 horas de sueño aprox. , nos enfrentamos al día más duro y largo del festival.

- Jerry Fish y su grupo hace de entertainer. Que es lo que le pega. No llegamos a 100 personas entre el público, pero él sale, baila con todos, declara su amor a todos los vigilantes de seguridad, y bueno, se mete a la gente en el bolsillo con esas tonterías. El rollo musical, casi secundario, es una buena muestra de todos los estilos norteamericanos imaginables.
- Los Ginkas dan otro buen bolo con la solana, pero cometen la injusticia más increíble de este FIB: no tocan Retumbarama. Saltan encima de él, y sí, "Fiesta en la Luna", "De golpe y porrazo" o su versión de "Día raro" son potentes, PERO YO QUIERO EL SINGLE. Para matarlos.
- Tras un poco de botellón, entro a Tame Impala. Y sí, se merecen todo el hype y toda la tontería: las canciones son hermosas, las defienden de maravilla, y la belleza general que se respira en el concierto pone de buen humor a cualquiera. Cojonudos.
- Astrud con su orquesta no se escucha una mierda más lejos de la décima fila, cosa esperable, pero da igual. En formato festival al aire libre sí que se acepta el sing along. No da para que toquen todos sus éxitos, pero los que tocan son correctamente coreados por todo el público. Manolo está más mono sin ese look de escritor progre de los 70, eso sí.
- Otra copa en el coche, y vuelvo para ver cómo lo hacen Bombay Bicicle Club. Otros clones de Vampire Weekend. Me siento como un viejo en el Black & White cuando veo otro clon de Vampire Weekend: esos grupos jóvenes e inocentes que tocan a jóvenes imberbes, con esos cuerpos tersos, perfectos, sin una gota de grasa que... perdón, me perdía. Que no me gustaban y me fui.
- Mucho más me gustan Mumford & Sons. El rollo folkie sí funciona perfectamente, el carisma de buena gente que toca bien es creíble, y las arcadas que me produce la cerveza (puta heineken!) son agradables bajo su música.
- Pero qué cojones, no estoy para tanta cursilería. Me voy a Logo, que están haciendo un set de house bastante majo con dos tipos zancudos disfrazados de robots yendo entre el público. Pero yo voy a la música, que está bien.
- Cuando acaban, me voy a Beirut. Y Beirut me coge de los cojones, me gira la cara, y me hace prestarlos atención hasta el final. Qué maravilla. Qué cosa más bonita. Qué forma de llorar.
- Star Slinger iba presentando sus temas y remixes para los cuatro gatos que estábamos ahí. Sí, yo paso mil de los Arctic Monkeys, como adivináis. Los que estábamos bailamos como locos cada una de sus deconstrucciones hip hoperas, y el tío alargó el set de forma generosa. Me gustó tanto como todos los eps que ha sacado.
- Big Audio Dynamite... lo siento, no. El comeback de Magazine sí, el de Gang of Four también, el de PIL también, y hasta el de Sex Pistols, pero éste me aburrió con ganas. Salí a Primal Scream.
- Y el concierto de Primal Scream me hizo darme cuenta de que, entre todos los discos considerados como lo mejor de electrónica de los 90, el de Primal Scream es el único que me parece enormemente aburrido. Paul Okenfold? Madchester? Sueño. En Loaded se escucha a una negra haciendo gorgoritos, se escucha un piano, vientos afinados, y yo me pregunto ¿de verdad esto es un exponente de la música para drogas? Si parece música para bodas.
- Fake Blood me confirma lo que sospechaba el primavera del año pasado: una vez se sale del "I think I like it", aburre también hasta a las ovejas.
- Derrick L Carter se cargó toda la admiración que le tenía.

DOMINGO

Joder, sin duda El Día del festival.

- Los Eterno hacen un kraut de ese que parece llevarse tanto en el país. Lo hacen bien, pero les pasa un poco como a Edredón, que se les nota la falta de ideas melódicas. Vamos, que se repiten.
- Indienella. Pensad en 12 insultos, uno tras otro, y ya está escrita la crónica. Bueno, añadid un improperio más por lo que hicieron con su versión de Wire.
- Antonia Font tienen un directo fabuloso también. Yo ando fascinado con el teclista, pero es que son todos buenos, sin excepción. Un público entregadísimo, coreando todas las canciones en mallorquín, y con varias banderas regionales aplaudidas por el grupo. Pero lo importante, lo musical, emocionante.
- Hago una concesión a mis amigos y me pierdo And So I Watch From Afar, a los que, efectivamente, miro y escucho un poco de lejos. Parecen una cara B de Toundra.
- Catpeople son horribles. Se esfuerzan, y seguro que tienen éxito, pero son horribles.
- The Joy Formidable parece una reencarnación prematura de Cindy Lauper con una guitarra. No dan un mal bolo, pero sin ser fan me siento un poco apartado de lo que están haciendo.
- durante Veronica Falls me preguntaba cómo éste grupo no había caído en el Primavera, porque todo ellos sonaban a Primavera Sound. Un dream pop ruidista, cantado muchas veces al unísono por todos los integrantes, inofensivo, casi inocente, muy prometedor.
- Professor Green es el primer concierto que me demuestra que los españoles somos minoría. Un concierto que comienza con un karaoke masivo de grandes éxitos del hip hop (casi parecía una clase de primero de hip hop para blancos), y que arrasa en cuanto dicho rapero sale con una voz femenina, un batería, otro mc y lo que haga falta. Oh, y una versión de "Where is my mind", que no falte.
- Me interesa más ver qué rollo va a traer Hidrogenesse. El atuendo ya da una pista: el mismo que en la Rock Kitchen hace unos meses. Los guiris flipan. Los seguratas flipan. Los españoles bailan. Acaban defendiendo su escenario muy bien pese a coincidir con Portishead.
- Pero yo soy débil y prefiero volver a ver a Portishead. Entro durante la primera canción, y me vuelvo loco buscando un sitio donde ver el concierto en condiciones. ¿Os acordáis de esa mierda de público que nos tragamos en este primavera, con palmitas en Explosions in the Sky, gritos de "Bob Esponja!" durante Mogwai y demás? Pues unidlos a los guiris que tiraban minis. Sí, es probable que sea gente que hace hueco para Arcade Fire. Beth Gibbons, por otro lado, parece encantada de la recepción del público, y jamás ha estado tan contenta, bajando para darse, literalmente, un baño de masas. Yo me pongo en primera fila a la derecha, al lado de una cría que se pasa todo el concierto apoyada en la valla jugando al arkanoid y al sudoku con su móvil, y canto con Beth Gibbons "Wandering Star", "Roads" y lo que haga falta. Compruebo que no hay ni un puto fan alrededor mío. Miento, un poco más atrás hay un grupo embrutecido y puesto hasta las cejas que está dándolo todo como si esto fuera un Monegros.
- Nunca he entrado en los directos de Go Team, y sigo sin hacerlo. La cantante sigue teniendo ese culo perfecto, esa energía tremenda, y siguen siendo fiesteros, pero yo paso mil.
- Anika me llama más la atención. ¿Es Geoff Barrow el de ahí? ¿Le ha dado tiempo a cambiarse de concierto? Da igual, lo que está claro es que son los mismos Beak> y la misma tipa que estuvieron en el concierto de La Casa Encendida, pero esta vez sin ese público tan gilipollas que me tocó entonces. La Anika está aún más guapa, y su propuesta funciona, leñe.
- Me hago un hueco para Arcade Fire. Y aquí es cuando no comprendo nada: a mi alrededor soy el único que está cantando. El único que hace los gritos en "No cars go". El único que dice "uoooo! uoooo!" en Keep the Car Running. La peña pasa a mi alrededor, y es imposible moverse. Decido irme al estreno de Tinie Tempah porque, esta es otra, me caen, contándolos, diez putos minis de cerveza encima. Se oyen los tacos, se oyen las discusiones familiares, no se oye a Win Butler. Hago esfuerzos por irme, y me cuesta toda la puta Haití lograr escapar: ese público zombi, que ni corea ni se mueve, no me deja salir, me bloquea el paso, me miran con cara de mala hostia al intentar avanzar con mis mejores armas de "sorry", y de hecho hay un par que me empujan de mala manera. Putos ingleses malencaraos, os voy a meter la chancla en la boca para que al menos la tengáis coherente.
- En Tinie Tempah cada vez va viniendo más gente. Para mi sorpresa, aunque dura toda la segunda parte de Arcade Fire, se llena completamente, como si Arcade Fire fuera un grupo con público basicamente español. Tempah se mueve con comodidad en el escenario, pero, francamente, funciona mejor en disco que en ese coctel de sonidos raros que tiene en su directo.
- A ver ¿estuve en una sesión de Roska o de Zinc? Jamie George es un buen maestro de ceremonias, pero me parece tremendo que pinche los dos Crack House de Zinc casi en su totalidad ¡y no "I love to feel this way" que canta Jamie George!. No hay quien entienda a estos ingleses. Da igual, buen bolo, buena selección, Katy B homenajeada 4 veces, e ingleses entregados.
-Gesaffelstein... pf. Me voy a casa.

Fin. Un FIB con más gente que el año pasado, pero reconozcámoslo, con peor cartel. Deberían tener un poco de criterio eligiendo los comebacks y eligiendo lo folkie, porque los cabezas son potentes, pero la serie media era muy irregular. Pero me lo he pasado bien.

Y los ingleses son guapos a rabiar. Antes de llegar a los 22 años, digo.