lunes, 24 de agosto de 2009

No hubo segunda parte

Espero que os hayáis acostumbrado a la pereza con la que actualizo esto. Me hace gracia porque, a medida que yo me alargo en el tiempo entre update y update, parece que los que me rodean están en plena ebullición creativa, escritora y prolífica. Eso presiona, claro.

El portátil de mi curro ha muerto. Esto es como si se te fastidia el coche al ir a currar: una excusa perfecta para no hacerlo. Me he hecho con uno de sustitución, pero como no tengo base de datos ni correo (el Lotus Notes es EL INFIERNO para ponerlo en marcha, y necesita de un archivo personal que no tengo y mucha paciencia) he hecho varias cosas que tenía pendientes: perrear, buscar el grupo lgtb de ibeeme (que existe, La Razón lo sacó en portada) para ponerme en contacto con ellos y decirles por qué son tan invisibles en la sede de Madrid, y mirar blogs de amigos y amigas. Hacía tiempo que no me veía como actor secundario en las historias que cuenta diversa gente, y mola.

Pero vamos, por si no lo sabíais, todo va bien. Por ahora. Curro inestable (un proyecto que se alarga pero que tras su fecha de fin no hay absolutamente nada), vida cómoda en familia, y Madrid y amigos que siempre dan una buena razón para ver el lado divertido de las cosas. A Juanfer algún día le pondré un monumento, hablando de esto.

Este agosto... no digo nada nuevo al definirlo de animal. No por fiesta animal, no, me refiero al calor: me siento hinchado, aplatanado, y creo que voy a tener que desempolvar la ración de astenolits que tenía reservada para otoño. Julio fue más agradable, no sólo por irme al FIB (nunca más en camping, proclamo) sino también por pasarme 10 días en Berlín de puras vacaciones, de leer en el Tiegarten, comer en terrazas, disfrutar de cafés y de esos atardeceres a cámara lenta.

Este finde podía haber sido la tormenta emocional del siglo. Dormí poco, y el sábado me encontré con mucha gente a la que me he descubierto queriendo un huevo y echando de menos una barbaridad. Fue una sucesión de ese tipo de miradas mutuas directas, tristes, amargas, melancólicas, que dicen "cuánto hemos vivido juntos y fíjate cómo estamos ahora". Pero voy madurando, creo, y esas cosas no me afectan ya.

O quizás esté viviendo esa metáfora del Sr Chinarro: "una amiga me dice que pasa con el pan bimbo: los extremos se atraían cuando ya daba lo mismo". Que sea lo que sea, pero esta larga temporada de descanso me está dejando mucho mejor cara. Sólo me hace falta completar la independencia y creo que entonces estaré bien del todo.

Lo demás, más de lo mismo: juegos, libros, cines, festivales, viajes, bilbao, barcelona, amigos de toda la vida a los que ves muy poco, paseos por el centro, foros, fotos, cafés, y esa incapacidad de terminar cualquier tipo de escrito. Menos esto.