Anoche, mientras me reunía con la almohada, me vino a la cabeza una anécdota que resumía bastante bien lo poco que me gustaba la universidad. El profesor de cálculo, o digamos Cálculo, me sacó a la pizarra. No pasaba nada porque te sacase a la pizarra: simplemente quería que te sintieras implicado mientras él te iba diciendo la solución al problema. Me dijo "Dibuja una elipse". Y yo dibujé un eje de cordenadas y practicamente un churro, una O. La clase estalló en una risotada, y el profesor me miró casi asustado. "Bueno, una elipse, al menos intenta que sea regular", y entonces la hice con más cariño. Una de esas típicas anécdotas tontas que te persiguen, que puedes recrear en tu cabeza con todo detalle para sentir la vergüenza que debiste sentir en ese momento. Todo esto viene porque me han dado una segunda oportunidad para volver y terminar lo que me falta en la carrera. Que pretendo aprovechar. Y me da un terror que abruma volver a ver a toda esa gente que me miraba con cara de condenarme a tener un futuro de mierda.
Para variar, no dejo de pensar en ello no porque no tenga solución, sino porque simplemente la tiene y estos gusanos autodestructivos que andan por mi cabeza son simplemente resaca de culpas anteriores que ya deberían estar superadas. Me centro, entonces, en el presente. He estado trabajando duro, día y noche, sufriendo por ello pérdidas de sueño, un cuerpo castigado, tics en los ojos, y demoras en la visita a la peluquería. Todas las preguntas, todos los dilemas que he estado aparcando este tiempo de duro trabajo, atacan a la vez: sigo en el país o trabajo fuera, cómo hago para aprovecharme de la oportunidad que me han dado si sigo trabajando duro, cómo voy a dar la espalda a esta empresa si es, por ahora, la mejor en donde he trabajado, qué coño hago con las redes sociales, quiénes son amigos, qué hago tan agobiado si soy soltero y en teoría tengo libertad. Y el tic del ojo vuelve. Y no tengo tabaco.
Para colmo lo que me daba más respiro se ha gastado. He matado la gallina de los huevos de oro de mi felicidad: los festivales. Ya voy cansado. Ya no me apetece caminar de un sitio para otro. Me estorba todo el mundo, no me apetece saludar, no me apetece ir con nadie. Me siento como si hasta en mi tiempo libre me estuviera comprometiendo para cosas que realmente no van conmigo.
Como si el trabajo fuera realmente unas vacaciones. Creo que algo anda mal cuando lo consideras así.
Los discos, los conciertos, los singalongs en el coche, los paseos con los cascos, se suceden. Ahora mismo tengo a SBTRKT cantando las fabulosas "Sanctuary" o "Something goes right", y este año se ha recuperado, por fin, Hospital Records con varios discos y eps de comeback muy buenos, como el último de London Elektricity. Gente que sigue siendo lejana, alienígena, frente al mismo pop soleado que ahora apenas me dice nada. Hace unos años me sentía en comunión con el mundo, y ahora sólo me apetece estar en mi burbuja, en mi mundo. Diría que es estrés por tanto trabajo, pero me temo que el estrés es el tiempo personal.
La crisis de la treintena ataca sin compasión. Tarde, pero ataca.
1 comentario:
¿Cómo que 'te han dado la oportunidad'? Supongo que de un modo u otro la habrás buscado, ¿no?
Crisis de la treintena, por favor. ¡Espera 10 años y verás lo que es una crisis! ;-)
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