lunes, 24 de octubre de 2011

Retrospectiva festivalera (primera parte


Este año me volví definitivamente loco, por si alguien no lo notó. Antes incluso de cambiarme de empresa y ganar un poco más de dinero, empecé a comprar todos los abonos disponibles para todos los festivales existentes, y me he metido más música este año que en toda mi vida - y lo que queda. Ahora acabo de darme de baja del Monkey Week, porque coincide con todas las actividades de la Red Bull Music Academy (que tiene un espíritu festivalero bastante notable por otro lado), y bueno, este año no ha habido Experimentaclub al convertirse Caja Madrid en un banco y reducir bastante su obra social, pero aún queda un Primavera Club. Y tengo una buena selección de festivales para comentar. Así que comienzo

ELECTRONICA EN ABRIL

Una de las dos grandes citas que tiene, o perdón, tenía La Casa Encendida con la música electrónica, aparte de las enormes sesiones en la terracita durante los veranos. Electrónica en Abril es basicamente un concierto en un auditorio más dos conciertos en el patio interior, normalmente no tan raros como los que suenen pasar por el ExperimentaClub, normalmente a un precio entre 4 y 6 euros, y normalmente bastante cómodos. Lo mejor de esta cita es que se descubren grupos y productores de moda por un precio irrisorio, y que la localización no puede ser mejor. Ah, y un concierto para niños.

Musica:Los grupos de auditorio suelen pertenecer a la electroacústica. Es decir, puta mierda intelectual. Frecuencias, experimentos con guitarras, loops, coñazo supremo. Los grupos de patio suelen ser más cercanos al pop: este año estaba la protegida de Geoff Barrow, Anika, así como los muy DFA Electro Guzzi, y sobre todo un día espectacular con Hudson Mohawke presentando temas y Dan Deacon acercándose al público.

Precio: sin duda el más barato del año, y eso no quiere decir que las condiciones sean peores. La cerveza dentro no es precisamente barata, pero todo Dios cuela cervezas que compran a los chinos en la puerta. No hay copas, y para comer algo hay que salir a algún bar cercano (no es problema: los bares en Ronda de Atocha tienen un nivel de cañas y tapeos bastante majo).

Ambientillo: el viernes y el sábado, gente que ve y se deja ver, algún interesado del género, y sobre todo gente que lee sobre el grupo en una revista y tiene curiosidad. Si tienes mala suerte te toca el típico que se aburre con todo y que se ha sentido forzado a ir con la novia o con su grupo de amigos, y que no para de dar por culo: con dos o tres de estos ya se genera el puto murmullo que suele destrozar los conciertos del patio. Pero sólo por esos últimos, los que descubren electrónica debido al bajo precio, vale la pena subvencionar este festival. Es una increíble máquina de popularización.

El concierto para niños del domingo a las 12 está lleno de niños y los increíbles, a veces insoportables, padres indies. Vale la pena ir para ver el nivel de mamarrachez a la que puede llegar la paternidad.

Comodidad: extrema. En el centro de la ciudad, cerca de varios metros, al lado del barrio de lavapiés, con un auditorio con butacas cómodas y un patio central que aunque se agoten las entradas nunca está lleno.

Actividades paralelas y feeling general como festival: este es el menos "festival" de todos, aunque sean tres días con tres o cuatro conciertos. Aún así tiene ese ambientillo de ver a la misma gente, y que se den conciertos para niños llega a cerrar el círculo necesario para que se considere un festival. No es una cosa extrema de sentirte que estás de vacaciones, pero sí es un showcase la mar de majo.



LEV FESTIVAL

En la Laboral de Gijón, lo más cercano a Oxford que podemos tener en la península, un entorno universitario alucinante, se ha formado un festival electrónico que a lo tonto ha conseguido renombre gracias a un cartel sólido y consistente, y a una ciudad que se vuelca totalmente en el festival convirtiéndose en un sitio acogedor y cálido pese a los nubarrones y las lluvias. Ya lleva unas cuantas ediciones, y visto el éxito de este año no dudo en que se convertirá en uno de los más importantes a nivel mundial en pocos años. En general es un festival de electrónica de baile, con alguna concesión artie, distribuida en diversos puntos de la ciudad y con unas sesiones nocturnas en una nave que parece una cancha de baloncesto sin usarse.

Música: es un Sonar en pequeño, pero a mi parecer, con bastante más olfato que el Sónar para olerse grandes directos, pelotazos futuros y riesgos que siempre dan buen resultado. Los escenarios son basicamente tres: un auditorio en el Laboral que es maravilloso, simplemente, un escenario al aire libre durante la mañana en el jardín botánico en una especie de isleta idílica, y la nave. Vale, la nave es una mierda como local de directos o sesiones. Retumba lo que no tiene que retumbar, amplifica los murmullos del público, destrozó el primer directo de SBTRKT en ¿el país? ¿Europa? , y hasta que no suben el volumen a tope y uno no está en los primeros sitios, es imposible de disfrutar. Y eso es una pena, porque afecta al espectacular line-up que tiene.

Precio: ajustado, y la estancia es bastante barata. Las copas dentro tampoco son una locura (creo recordar que andaban por los 6 euros), y el año pasado escogimos estancia en un bungalow cerca del recinto, que dio para varias bromas, una fiesta after, y compra excesiva de comida. Lo más costoso es el desplazamiento a Gijón, por mi parte. Pero allí la comida es barata y abundantísima, y todo está rico, regado con sidra y no sigo porque voy a empezar a llorar de la morriña.

Ambientillo: mezcla de auténticos aficionados (viene gente del extranjero también) con gente a la que le gusta la fiesta. Universitario y post universitario, por lo general. Alguna choni, algún quillo, pero no molestan. Abundantes drogas, pero sin violencia. Mogollón de opciones de after que me hacen recordar el festival como una experiencia bastante surrealista. En definitiva, por ahora, público local y que disfruta de lo que escuchan y bailan.

Comodidad: no está muy cerca el recinto de Gijón ni tampoco de las zonas para hospedarse más cercanas, y no hay mucho sitio para descansar. Tampoco hay público excesivo, eso sí. Durante la noche eché bastante de menos sitios de comer: llega a agobiar el exceso de electrónica unido con el cansancio. Aún así el auditorio es comodísimo, el botánico se puede ver sentado sin problemas, hay numerosos taxis y el suelo de la nave es sólido. Una tontería esta que fui valorando a medida que iba a más festivales.

Actividades paralelas y feeling general como festival: numerosas y variadas. Hay clases, conferencias, afters en casas rurales, y toda la ciudad conoce el festival y arropa a sus asistentes. Dura dos días, pero con tanta densidad de propuestas (que no se solapan) llega a parecer un festival de solapes máximos. Resumiendo: cartel muy bueno, ciudad estupenda, un poco locura todo.



SOS 4.8

El festival murciano tuvo una edición de 2010 tan sumamente buena que salió reseñado en Resident Advisor y ya fue coronado como gran macrofestival de la península. En su segunda edición. Récord total, superado en gente por su tercera edición donde ya se convirtió en el festival más universitario, más loco, más divertido y en el que menos importa la música de toda la península.

Música: consiste en dos cosas: grandes éxitos de los festivales del año anterior, y propuestas que nadie se ha atrevido a traer. Este año se atrevieron con Suede además, con uno de los dos conciertos que dieron en festivales. El problema del SOS es que el escenario principal, directamente, no suena bien. Suena a culo. Bajito, sin sutilezas, sin estéreos, sin nada. Ni siquiera la electrónica logra sonar bien. Ahora, tiene un auditorio super apañado donde tocan cosas como Tindersticks o These New Puritans, y un segundo escenario más pequeño que sí logra sonar muy bien, y donde están las propuestas de riesgo, seguramente lo mejor del festival (Chris Cunningham el año pasado, Everything Everything este año). También hay lugares comunes del indie pop del lugar, esforzándose por escoger a los que dan buenos directos. Hay, además, una zona de DJs con muchísimas apuestas por talentos nacionales. Vale, hay cosas tópicas y típicas, como djs del ocho y medio y tal, pero también gente de la red bull music academy y algún artista de renombre (este año, Dan Snaith/Caribou soltó una sesionaca de dos horas, por ejemplo). El problema está en las apuestas tópicas y repetidas y que no funcionan demasiado bien, como pasó con The Magic Numbers el año pasado o como pasó con White Lies este año. También la electrónica cayó en picado en 2011, llegándose a solapar los Zombie Kids con Steve Aoki, o la muerte con el vómito. Pero eso, cartel apañado en general. Aunque es un festival en lo que importa es la fiesta, más que la música.

Precio: si uno es avispado, el abono sale por menos de 40 euros. Lo que es muy caro, enormemente caro, es la estancia, en la que todos los hoteles se unen para timar al personal inflando los precios hasta el límite del delito. La comida y bebida dentro tiene el precio estándar de tickets de 2,5 (un ticket un agua o cerveza, tres tickets un copazo) y bocatas a 5-6 euros. Vamos, que comer dentro es una locura, teniendo un mcdonalds al lado del recinto y un eroski un poco más lejos que acaba siendo un escenario más del festival. Murcia en sí no es caro, pero hay que andarse con ojo para no salirse del presupuesto visto que los hoteles van a hacer todo lo posible para que lo hagas.

Ambientillo: todo el moderneo de Madrid está ahí. Todo el moderneo, todo lo marica y casi todo lo bóller, y luego hay excursiones de gente de Barcelona, Valencia y demás. Y, efectivamente, hay murcianos. Muchos murcianos son auténticos quillos, y otros salen por el festival como quien se va de copas (cada año hay una o dos despedidas de soltero/a dentro del SOS). Es decir, la gente, bien, entregada, pero es que en el SOS es todo Murcia y a todas horas lo que se vuelca en el festival: el pueblo se llena de gente durante el día, las tapas son inaccesibles casi, el parking del eroski se convierte en un Animal Collective de mezcla de radios de diversos coches... es quizás el primer festival veraniego de la temporada, y se nota esas ganas de vacaciones por parte de cada uno de los asistentes. Y bueno, no es un público que se conozca de memoria las canciones de los grupos (excepto las pandillas de tías aficionadas a los grupos de indie pop con carisma), pero sí que es un público razonablemente cómodo. Aunque eso sí, si el concierto se presta a pogos, olvídate de tu vida, porque son brutos estos murcianos.

Comodidad: es un coñazo llegar hasta Murcia, y los hoteles suelen estar lejos del recinto. El ir allí y el volver es la mayor pega del SOS, pero también lo es que la enorme cantidad de gente que tiene, gente que a partir de cierta hora está bastante perjudicada, cause cierta isalubridad. Ríos de meada, ausencia de sitios para sentarse en cualquier parte de los escenarios principales, palmeras cuyas hojas son peligrosas púas, escalones traidores, accesos discutibles... el SOS es toda una carrera de obstáculos. Ahora: es suelo asfaltado en la gran mayoría del recinto, y la parte de djs tiene una cómoda fuente. Y las barras no tienen colas. Y el acceso al recinto, lo de las pulseras y demás, está organizado de forma envidiable. Es decir, no es que sea el desastre, pero sí que hay que andarse con paciencia.

Actividades paralelas y feeling general como festival: numerosísimas actividades que dan lugar a anécdotas tan buenas como todo Franz Ferdinand disfrutando de una ponencia de Fernando Arrabal (dentro de las múltiples charlas de las mañanas), y actividades que nunca he podido disfrutar. Se junta con actividades dentro del pueblo, con conciertos por las mañanas, y actividades gastronómicas y culinarias. Sí, se nota el festival al entrar en el pueblo, se nota durante todo el día, y notan tu ausencia cuando te vas. Un festival que deja buen sabor de boca, pero que empieza a fagocitarse ante su propio tamaño, que hace que lo de su sobrenombre "Sostenible" parezca un auténtico chiste.


PRIMAVERA SOUND

Ahora mismo, el festival más importante de toda la península, y punto. Lo que empezó como un festival pequeño, para aficionados a la música independiente, creció, creció, y de repente lo que era una minoría "gafapasta" se convirtió en la envidia de todos los festivales europeos, creciendo hasta lo difícilmente soportable en la última edición. Sin duda un evento enorme aporta empaque cultural a Barcelona como ciudad que sabe de músicas con otro tipo de distribución, y un punto de encuentro internacional de una importancia bastante notable.

Música: la estrella del festival, pero de lejos. El Primavera Sound descubre grupos, recupera grupos, sabe de pop, sabe de rock, sabe de electrónica, sabe de indie, es capaz de reunir a aquellos que tuvieron un éxito hace 15 años, es capaz de reconciliar grupos que se llevaban fatal entre sí, es capaz de hacer que los músicos bajen su caché para tocar ahí, y normalmente saca los mejores conciertos de cada grupo. La presencia de Steve Albini cada año (al menos hasta ahora, desde hace unos cuantos años) asegura un sonido impresionante en el escenario ATP, el más arriesgado en cuanto a sonido. La distribución de la música por franjas horarias está muy estudiada, y normalmente la fiesta acaba en el momento justo (cosa que no ocurrió este año, cuando el Ayuntamiento se puso pesado con la hora de cierre, y nos dejó a todos interruptus a las 5 y media). Grupos, más grupos y muchos más grupos que se unen, se juntan, y se solapan, una y otra vez. Grupos por la mañana, grupos por la tarde, grupos en las plazas, grupos en el Forum. Júntese eso a que este año lo ampliaron a otros recintos, empezando los conciertos un lunes en el Apolo, pasando un miércoles al Poble Espanyol (que se llenó) y terminando un domingo en un Apolo con Mercury Rev. Una auténtica locura de una semana.

Precio: caro, pero caro de cojones. El festival en sí, si eres avispado, te sale a poco más de 100 euros (o mucho menos con las primeras remesas del primaverasound+primaveraclub), pero la estancia en Barcelona es cara, la comida en Barcelona es cara, y todo lo que hay dentro del Forum es carísimo: consumición mínima a 3 euros. Además como el festival es tan largo (los grupos empiezan a tocar a las 4-5 de la tarde) las consumiciones se alargan, se acumulan, y creedme, es muy difícil colar bebida. Además entras ahí, ves los puestos de música, acabas picando... una sangría. Y si te quedas más sitios, más caro.

Ambientillo: esquizofrénico durante el festival, estupendo durante los conciertos paralelos. En el festival se juntan los guiris que cogen vacaciones en Barcelona y empalman con uno o dos festivales (muchos se quedan desde el primavera sound hasta el Sonar, todo un planazo), los aficionados a la música que se han aprendido el cartel, los amigos de estos aficionados que quieren ver en qué consiste el festival, los que salen de fiesta y deciden ir al Primavera Sound, padres, hijos... Además, los guiris son de todo tipo de variedad: además del clásico inglés y del lógico francés, hay norteamericanos, alemanes, japos con pasta, alemanes... en definitiva, absolutamente de todo. Lo malo es que cada vez más vienen los dos grupos más nocivos para cualquier actividad: el guiri que viene a emborracharse a lo bestia y la monta en grupo, y el imbécil local, el que berrea en los directos, el que empuja para irse a primera fila y empuja para irse, el porculero, el que se te pone al lado en tercera fila para hablar con su colega en un concierto de post rock. Ese. El que va al festival porque tiene derecho a ir al festival. El mal.

Ahora, durante los conciertos de día, en el Parc, la cosa cambia. Son una maravilla, a la hora de comer mientras muchos duermen la resaca, con muchas veces los mejores conciertos del festival. Niños que corretean, pocos aficionados que muchas veces son músicos, ambientillo de felicidad y hippismo. Y además, gratis para los que no tienen el abono.

Comodidad: solía ser el festival más cómodo de todos, pero su crecimiento lo ha convertido en el más incómodo. La cantidad de escenarios (7 principales, contando el auditorio, más el "unplugged" de Rayban y el de Myspace) y el espacio que podía llegar a haber entre ellos (los paseos entre uno y otro podían acercarse al kilómetro), la cantidad de propuestas, las mareas de gente, la carrera de obstáculos que es el hermosísimo recinto del forum, las piedras y polvo del escenario Levant, la cerveza sin gas que no emborrachaba, las baldosas rotas, la falta de luz, los retrasos y adelantamientos de horarios que no se anunciaban por las vías adecuadas simplemente porque a los señores del cotarro les caía mal el Twitter, el cierre a una hora donde no hay transporte público... las colas, las colas, más colas aún. Menos mal que iba con el abono VIP porque este año ha sido bastante insoportable, con absoluta incapacidad de ver conciertos en un sitio donde no te estuvieran molestando los capullos de costumbre (sigo intrigado pensando por qué va cierta gente a los conciertos), pisotones, gente que no sabe drogarse, camellos, más camellos... Vamos, que es una auténtica paliza de festival. Mi amiga Silvia decidió, el último día, hacer sólo conciertos de Auditorio, y dijo que fue su mejor decisión. Yo me lo estoy pensando para el siguiente.

Actividades paralelas y feeling general como festival: una barbaridad de actividades durante una semana y pico, en el metro, en la plaza de la catedral, en la universidad, en un parque, en un poble, en otro poble, y con actividades de encuentros entre promotoras, distribuidoras... millares de personas yendo de un lugar a otro de Barcelona con la pulsera puesta. Pese a algún paso en falso, el Ayuntamiento se dio cuenta de que el Primavera le favorece mucho, y desde entonces Barcelona es Primavera Sound y viceversa. Añádase a esto que el PS suele ser el festival que más engloba los gustos de todos, con lo que suele ser un punto de encuentro de amigos: se da mucho el ir a un concierto, encontrarte con alguien, ver el concierto con él o ella, y salir a otro concierto, encontrarte con otra persona. Es como una locura compartida. Una gozada de festival.

SONAR

El Primavera Sound puede que sea el festival más importante de Barcelona, pero el Sónar es, de lejos, el festival de electrónica más importante del mundo. Dos semanas después del festival indie, Barcelona se quita las gafas de pasta y se pone las gafas de sol, y durante tres (cuatro) días de calor infame, insoportable, monta un festival soleado en el centro centro y un festival poligonero en una zona más apartada. Si te gusta la electrónica, es el festival definitivo. Si no tienes prejuicios y vas relajado, también.

Música: dos franjas: el día y la noche. El Sónar de Día, en el CCCB, es el más variado de todos: puede sonar desde punk artie hasta house, pasando por dubstep, jazz, electroacústica, rap, soul, turtablism, petardeo, poprock, ambient, máquinas de coser que hacen ruido a coro, frecuencias que hacen cuadros, cualquier cosa. El Sónar de Noche tiene sesiones de techno, house, dubstep, 2step, techhouse... y algunos conciertos de pop rock o poprock electrónico a primera hora, con cosas aparentemente incongruentes como Roxy Music o Grace Jones.

Así que el Sónar cumple muchas facetas a la vez. Por un lado descubre a nuevos talentos que se han dado a conocer por actividades tipo Red Bull Music Academy. Por otro reune parte de lo que tuvo éxito el año anterior y no sea demasiado incongruente con el público barcelonés. También rescata mucho talento local y lo distribuye por diferentes franjas, con sus grupos mejores y sus grupos peores. También mete cosas arties de composición semiclásica, con mucho deje jazzero, conciertos con visuales, experimentación de sonidos de todo tipo (colgaos que van con planchas de hierro y serruchos y esas cosas), y también mete nombres conocidos. Es el festival más ambicioso que conozco, y lo sorprendente es que le suele salir muy bien la jugada de unir lo clásico con lo moderno, lo viejuno con lo insultantemente joven, y el público responde muy agradecido a toda esta variedad.

Precio: muy caro, tanto el festival como la estancia en Barcelona, las consumiciones dentro del recinto o la comida en cualquier sitio cercano (pese a que vayas a kebabs o a restaurantes de menú, acabas gastándote un dinero). Y es que el Sónar dura desde las 12 de la mañana hasta, puede, las 8 de la mañana del día siguiente, y eso es, simplemente, mucho dinero. Hay posibilidad, en el de día, de salir un rato a la calle para beber cosas del primer paquistaní que te ofrezca, pero no deja de ser incómodo. En definitiva: hay que ahorrar para ir al Sónar.

Ambientillo: público extranjero en mayoría abrumadora durante el Sónar de día, y con más locales por la noche de los barrios más granados de la periferia de Barcelona (sí, sarcasmo). Durante el día también hay algún pasao, pero lo más incómodo es que el Sónar es tan tan importante que se llenan de fotógrafos. Bien, creedme: los fotógrafos del Sónar son la cosa más insoportable que existe, son el puto mal, son el infierno, son auténticos reclamos de atención, maleducados, pesados, lo puto peor. Te empujan durante los conciertos, te ponen el objetivo en tu cara, en la puta vida dicen perdón o gracias, y huelen, por lo general, mal. Sin duda esta tribu es lo que más perjudica a un público que, por lo general, va precisamente por la música. Gafapasteo casi nulo: es más bien como si la Barceloneta estuviera en el CCCB, con sus bermudas, chanclas y demás. Es puro ambientillo de vacaciones.

Comodidad: media, por unión de extremos. El Sónar de día está en el medio de Barcelona, a dos pasos de Plaça Catalunya y Plaça Universitat, y eso lo convierte en una auténtica comodidad, así como tener los escenarios en un recinto cerrado, acotado y demás. Recinto cerrado con sus sombras, su multitud de baños, sus sitios para comer y tomar cócteles... y sus riadas de gente y su calor insoportable dentro de las carpas. Hay cuatro escenarios en el de día: el principal es enorme y con árboles, pero sólo se oye bien a partir de cierto lado (por la ubicación de los altavoces). El segundo es una carpa donde hace un calor espantoso, con césped artificial, y un aire acondicionado que sólo refresca atrás (donde no se escucha la música de delante). El tercero es un subsuelo donde se acumula todo el calor, a oscuras, con un tipo de ticket distinto, con salida complicada. El cuarto es una sala que es una maldita sauna y huele a rayos.

De noche son un par de naves y un par de pasillos. La nave principal es IMPRESIONANTE, gigantesca, que da todo el sentido positivo a lo poligonero cuando este año sonaba "Born Slippy" de Underworld justo donde debería sonar y en su contexto. El primer pasillo es estupendo, el que mejor suena, con varias barras y bancos para sentarse. La siguiente nave, al lado de los coches de choque, es un chiste de mal gusto en cuanto a sonido, apariencia y demás. El segundo pasillo es algo más grande que el primero, pero quizás con más tendencia a apelotonarse todo y con más alcantarillas que huelen a mierda. De hecho es el olor a cañería lo que más invade el Sónar nocturno, y es difícil descansar cuando viene el cansancio. Por otro lado el acceso al polígono es complicado, y la vuelta, una auténtica odisea. Vamos, sólo para espíritus fuertes.

Añadir que hay una pulsera para cada Sónar de día, y que de noche es obligatorio llevar la entrada.

Actividades paralelas y feeling general como festival: me parece increíble como Barcelona, dos semanas después de ser lo más indie del planeta, se vuelca para ser lo más avanzado. Las actividades paralelas se desarrollan en diversos clubs, y con un concierto especial en el Auditori cada año. A veces hay algo más artístico, como exposiciones, obras de luces al aire libre, y movidas del estilo. Sí, se nota mucho el clima del Sónar, y la gente agradece el festival. Como festival es el primero realmente "vacaciones" que existe, sobre todo por ese sonar de día donde ves a los grupos con un café en la mano, y puede llegar a ser el más total de todos si te lo montas bien. Y montárselo bien quizás significa ir por libre, porque la música del Sónar toca tantos palos que es muy difícil coincidir con nadie en cuanto a qué palo es más interesante.

Hasta aquí la primera parte.

1 comentario:

Luthien dijo...

No te has perdido ni uno, capullo!