martes, 25 de octubre de 2011

Retrospectiva festivalera (segunda parte)


Hola, sigo con esta crónica de mi dinero gastado por el bien de la música y de los pelotazos festivaleros.

DIA DE LA MUSICA

Que nadie se lleve a engaño: pese a que coincidía el fin de semana con el Sonar, pude llegar a tiempo a este festival. ¿Cómo? Fácil: empalmando el Sónar, cogiendo un ave a primera hora, y cargando con la maleta desde Atocha (sí, se me ocurrió llegar andando en pleno fin de semana de calor aberrante de junio), y llegando a tiempo al concierto de Pony Bravo, razón principal por la que me apunté a ese festival un día. Y bueno, lo que empezó siendo algún concierto, tuvo cierto empaque en una explanada en Principe Pío (con, recordemos, un cartel nacional bastante espectacular) y el año pasado fue trasladado al Matadero, ha acabado siendo un festival con todas las letras, y uno bien barato.

Música: ahí se ve. Parece una franquicia a pequeña escala del Primavera Sound: grupos sin demasiado caché, bastante variados, que se acercan a lo folkie, con alguna concesión sorprendente a otros géneros como Janelle Monae o Caribou. La verdad, el cartel que llevan anunciando todos estos años es muy potente y este año se han superado: estaban Yuck con hype reciente, estaban Wild Beasts con rehype reciente, estaba la Russian Red con disco reciente, estaba el carísimo y espectacular show de la Janelle Monae... toda una guía de lo más valorado de las revistas actuales, en escenarios de diversa eficacia (alguna nave sonaba de culo, los escenarios exteriores sonaban bastante bien, el auditorio sonaba de maravilla) y público generalmente empático.

Precio: tirao. Baratísima la entrada, muy ajustado el precio de las bebidas, comida variadísima - es el festival de este año donde mejor comida se ha vendido, desde hamburguesas caseras hasta puestos veganos - facilísimo colar bebida, y al lado de múltiples bares. Mucho más barato que una noche cualquiera por Madrid. Lo cual acerca esta música a bastante público, por cierto.

Ambientillo: bastante gozoso, precisamente porque, aparte de los aficionados indies, el precio acerca a muchísimos treintañeros casados, cuarentañeros y demás público que no se suele ver en estos eventos y que descubren que molan, con lo que están entusiasmados. Por las mañanas los conciertos suelen ser gratuitos, con lo que se ven familias y críos. Y bueno, puede achacarse que la gente habla bastante, pasa un poco de los directos cuando van, pero comparado con el Primavera Sound donde era eso más droga más violencia, pues lo del Día de la Música casi parece una comuna de inquietudes y felicidad. Mis favoritos, insisto, son esos señores que van con polo porque no saben qué llevar a estas cosas, y se sienten raros con el mini en la mano, y de repente se encuentran sintiéndose adolescentes otra vez, sentándose en el suelo. Su felicidad es contagiosa.

Comodidad: notable. Pocos escenarios, uno muy discutible (el UFI) y otro que suele sonar fatal y que se llena de humedad calurosa, pero dos escenarios exteriores muy decentes, uno con butacas más decente, y abundantes sitios para descansar en todos ellos. Pero sobre todo es que está en El Matadero, en Lavapiés, a dos pasos de un metro, y que dentro hay servicios para aburrir. Sí, cuando se llena de fanes de Vetusta Morla no es tan cómodo, pero para ser una cosa tan barata lo veo lleno de facilidades y puntos a favor. Que llegué ahí sin apenas dormir y con una maleta y aguanté toda la tarde y parte de la noche!

Actividades paralelas y feeling general como festival: hay actividades dentro del Matadero, hay algún concierto aparte en otras salas, y hay abundante publicidad en todo Madrid y páginas especializadas, pero no es, ni mucho menos, algo en lo que se vuelque todo Madrid como símbolo de inquietudes culturales, escenas musicales o cualquier cosa parecida. Parece más una acumulación de gente de todo tipo disfrutando de días al aire libre con música que un festival en sí. Lo cual, curiosamente, no es malo, porque precisamente esto es lo mejor del Día de la Música, y yo valoro mucho los festivales que parezcan vacaciones.



DCODE FESTIVAL

A principios de año, o más bien llegada la primavera, surgió un rumor de que iba a haber un nuevo festival en Madrid. Nadie se lo creía, pero de repente hubo cartel. Y de repente hubo confirmaciones, y un sitio donde ponerlo: en plena Ciudad Universitaria, al lado de Moncloa. Seguíamos sin creérnoslo cuando vimos las confirmaciones, que oscilaban brutalmente entre My Chemical Romance y Sum 41, y Eels y Band of Horses, con algo de Aloud, algo de indie patrio, algo de electrónica. Una mezcla esquizofrénica, y a un precio no precisamente barato, que sólo podía salir mal. Sorpresa: salió bien, bastante bien. Pese al calor.

Musica: mezcla de absolutamente todo, de forma muy discutible, a veces saliendo bien y a veces saliendo mal. Me da que la intención era hacer el festival más joven posible, de grupos del Independance, y canciones que salieran en The OC, en Gossip Girl, en cualquier serie de adolescentes emos. Dos escenarios pegados que se iban alternando y uno pequeño que era fagocitado por los escenarios grandes. Dos escenarios grandes donde, insisto, tocaron My Chemical Romance, justo después Eels, justo después Sum 41, y justo después Band of Horses.

Y no pasó nada. Los fanes de unos disfrutaron, o no, del concierto de los otros. Los gustos musicales se juntaron. Las inquietudes se multiplicaban. Y si no te gustaba el concierto, te ibas metros más atrás a beber tranquilamente.

La parte electrónica era más discutible, por no decir directamente que era una mierda. The Sounds ya eran viejos al salir, the Ting Tings tienen algún tema bueno y luego muchísimo relleno, los Crystal Castles estamos todos hasta las narices de ellos, y los Zombie Kids son los Steve Aoki barbudos del país y ya. Todo muy fácil, muy chusco, y normalmente muy aburrido. Claro, que compensaba la otra parte escuchada durante el día.

Precio: hm, caro para lo que daban. 60-70 euros el abono (recordemos que el SOS estaba a menos de 40, y el día de la música a 25), cervezas a precio (y más que precio, parece que los camareros también) del FIB, comida escasa y tirando a inflada. La ventaja, en mi caso, era la cercanía al hogar: un bus y para casa.

Teniendo en cuenta que los conciertos son seguidos y no se solapan, los más avispados hacían botellón fuera del recinto. Sin duda es la opción más recomendable y económica, que hace que el fin de semana se vuelva muuy barato.

Ambientillo: el mejor de todos los festivales. Cuando vi a una pareja con sus hijo de 10 años (el padre con camiseta de Los Ramones, el hijo con camiseta del grupo) que veían todos Sum 41 mientras el chaval, con gafas, disfrutaba headbangeando todas las canciones de su grupo favorito, pensé "es que esto es lo que debería ser". La mezcla de gente en este festival era bestial: desde lo más choni hasta lo más pijo, desde lo más mamarracho y moderno hasta lo más repeinado. Y niños, muchos niños. El acercar un evento de música a los niños me parece, insisto, lo más grande que se ha pensado en festivales en la capital (en el Primavera se intenta, pero obviamente sus dimensiones asustan a la hora de meter a los críos), y ellos son los más respetuosos con los grupos que no conocen. Además, como había mono de festivales en Madrid, el entusiasmo era bastante contagioso.

Comodidad: no está muy lejos de Moncloa, está cerca de una parada de autobús, y es en un recinto bastante abarcable. Oh pero. Hay un césped que en horas se hizo polvo, y polvo, y más polvo, hasta el punto de escupir polvo, de sonarte mocos negros, de no poder respirar. Y este año hizo un calor demoledor, que unido a una solana sin sombras hacía que ver a Toundra a las 5 de la tarde fuera toda una cuestión de fe. Es decir, se convierte todo en una explanada implacable, y encima con bastantes problemas de aprovisionamiento de comida (bocatas de tortilla precongelada). Pantalones cortos, zapatillas cómodas y una ducha al llegar a casa son elementos imprescindibles. En definitiva: no, no es lo más cómodo, no.

Actividades paralelas y feeling general como festival: oh, cero actividades paralelas, y feeling, más que de festival, de una agrupación de conciertos. Es más una tarde (dos tardes) de farra sufriendo la solana que un festival en sí. La música acaba bastante pronto (a las 3) con lo que tampoco hay esa sensación de nocturnidad. Vamos, que como festival es la cosa más justita que hay, pero como es divertido, la selección de grupos es insólita (es muy difícil ver a Eels y a Band of Horses, pero más aún verlos junto a My Chemical Romance) y la gente está entregada, se acaba convirtiendo en un evento muy recomendable. Si llega al año que viene, claro está.

FESTIVAL INTERNACIONAL DE BENICASSIM (FIB)

El FIB hace unos años decidió ir virando de "festival para indies españoles" a "festival para mainstream de los ingleses", para cabreo de muchos habituales, que vieron cómo un festival "suyo" se convirtió en algo plagado de jóvenes fibrados blanquitos que se queman con absoluta alegría y que beben hasta vomitar. Bien, aunque da ciertos bandazos en cuanto al cartel, y a pesar de que este año se acercó a la categoría de "timo" al reducir cartel, quitar electrónica y quitar calidad, sigue siendo un festival la mar de potente que representa lo que debería ser un evento musical de estos: vacaciones, relax, cerveza, bailar hasta las mil.

Música: de cabeza de cartel, uno o dos rompetaquillas de las islas, normalmente algún derivado del brit pop. De relleno de cartel la cosa se reparte entre mainstream británico de todo tipo (más electrónico, menos electrónico, más nuevo, menos nuevo), alguna recuperación de viejunos (Stranglers, Undertones y Big Audio Dynamite este año), una cómoda representación local que es más notable de lo que nos hacen creer los rumores, y bueno, hasta este año, un cartel electrónico impresionante. Variadito, a partir de las 5-6 de la tarde, subiendo en decibelios y en brutalidad de las propuestas a medida que llega la noche, con sus folkies, sus poppies, y el resto de sus cosas.

Precio: a ver, es el más caro de la península, pero también son 4 días. Es caro, y a eso hay que añadir la estancia, que recordemos que Benicassim es un pueblo con playa (y una playa bastante maja, por cierto). El alcohol dentro es el precio medio (no la pasta que te dejas en el Primavera Sound), la comida está orientada a ingleses (pizzas, mierdas semi wok, kebabs malos, hamburguesas secas, alguna sorpresa en chiringuitos "exóticos") y es como el doble de cara de lo que te costaría en otro lado, y el programa es de pago. Vamos: es una señora pasta que obliga a tirar de botellones, bocadillos y excursiones fuera del recinto para ir reponiendo. Luego el pueblo no es *tan* caro, eso sí.

Ambientillo: millares de guiris paseando por el pueblo de Benicassim durante el día, con sus colchonetas, gafas de sol baratas de colores, sombreritos, cuerpos que a medida que van pasando la veintena van haciéndose más flácidos pero que nunca tienen un rastro de pelo, rubias pavísimas, terrazas donde no paran de surgir jarras de cerveza, y colas interminables en el Mercadona con la toalla al hombro, la arena en los pies y el olor a crema protectora. Botellones en cada esquina. Un camping infernal (conocido como Benicauschwitz) sin sombra que obliga a dormir por las esquinas de sombra a cualquiera que lo sufra, con visiones casi zombis que se repiten por las calles. Vamos, un ambientazo por el día.

Por la noche, los mismos guiris, quemados, viendo conciertos, un poco asilvestrados, un poco borrachos como cubas, y los españoles que intentamos alcanzar su nivel de euforia y a veces lo conseguimos. El FIB es, de lejos, el festival donde la cosa va menos de la música y más de pasárselo bien, y ese relax, ese dejar que pase el tiempo, esa ausencia de estrés, de sentarse en cualquier lado, de que te de todo igual, es lo más característico. Todos los años se desnuda un guiri. Todos los años las guiris enseñan las tetas. Todos los años alguien te vomita cerca o encima de los pies. Todos los años el camarero te pregunta en inglés el primer día, y el tercero ya sois amigos del alma. Ambiente afable y simpático, si no fuera porque algunos guiris (italianos normalmente) y algunos locales se comportan de forma paranoica por su mala asimilación de la droga.

Comodidad: La pregunta es ¿con camping o sin camping? En festivales anteriores no he hablado de camping porque siempre se puede conseguir hotel o no hay camping directamente, pero lo más característico del FIB es eso de dormir en camping, de lo que te habla la gente como un paso a la madurez, como hacer la mili. Bien, tras un año, 2009, donde maldormimos en camping, sufrimos un incendio y un viento huracanado que voló medio Benicassim, y que al cuarto día no pude disfrutar perdiéndome DOS, DOS sesiones de Garnier entre UNA sesión de Dj Hell, dije que el camping para los niños. Es imposible dormir ahí: el sol sale a las 8 y si no tienes demasiado calor, las cigarras con sus cánticos se preocupan de recordarte que ellas sí.

Así que es absolutamente imprescindible hacerse con hostal, hotel, casa alquilada o parecido. Son 4 días de festival, 4 días que pueden ser muy largos, y todo lo que sea asegurar el descanso entre tanto tute es una decisión excelente.

El recinto, por otro lado, está apartado del pueblo, y el paseo es notable. Paseo con chanclas porque, por si no lo he mencionado, Levante en verano es muy muy caluroso. No deja de ser un coñazo, pero tiene la enorme ventaja de que el FIB es el festival mejor organizado de ... de todos los que conozco. Accesos muy razonables, tres escenarios cercanos pero lo suficientemente lejanos, baños accesibles en cualquier momento y cualquier lugar, y rincones para huir o sentarse. Vale, hay que esquivar a los festivaleros que se han quedado dormidos en mitad del suelo agarrados a la cerveza, pero es un mal muy menor. El FIB y su asfalto te acogen y te tratan de maravilla. Y sí, no es que haya muchas, pero por el día hay sombras.

Actividades paralelas y feeling general como festival: Benicassim vive para esa semana. No es un pueblo con mucho turismo ni con una economía creciente, con lo que ellos son los primeros interesados en que el cartel tenga cabezas que aseguren la venta y reventa de entradas. El pueblo se centra en que el inglés esté a gusto, dándole su comida rápida de mierda y asegurando jarras de cerveza y radiofórmula brit en cada esquina. Es decir, ambiente hay, una barbaridad, y actividades paralelas también hay bastantes, aunque nunca las he catado: conciertos en la playa, proyecciones de películas, hasta monologuistas. Pero es el festival, el recinto en sí, lo que realmente domina Benicassim y lo que le da entidad suficiente como para no ser derribado del todo por el Primavera Sound. Bailar mientras amanece, corear con millares de personas distribuidas cómodamente a lo ancho de un escenario principal... sí, un festival muy poderoso y recomendable si hay dinero y energías.


PAREDES DE COURA

España se acaba donde empieza el careto de la península, pero no así los festivales. Tanto el Superbock como el Paredes de Coura están consolidándose como ofertas importantes a nivel europeo, tanto por su cartel intachable como por sus características de "eh, es un secreto, no lo digas muy alto", que se nota en todo Paredes. Y es que Paredes (que dura, digamos, tres días y medio) es un festival tan bonito como aparece en la foto del cartel: en mitad del monte, rodeado de árboles y verde, con un camping lleno de sombras, y un escenario principal situado en una especie de valle que consigue un anfiteatro natural donde uno se puede sentar con comodidad y no dejar de ver el escenario. Cuando el recinto no está abierto, el camping se llena de hogueras, pescado asado, y demás cocinitas, un bar te acoge durante todo el día (de día sirve cafés, de noche funciona como after) y un río se convierte en el centro de toda actividad: lo normal es pasar ahí toda la mañana, en una toalla, leyendo, tomando el sol, más tarde disfrutando de unos conciertos de jazz. Vamos, que esto no lo debería popularizar nadie.

Música: excelente en la parte de pop rock, horrible en la parte electrónica. Paredes de Coura solía ser conocido como un pequeño FIB, pero este año fue, de lejos, un pequeño Primavera Sound: Pulp repitiendo, Crystal Stilts, No Age, Mogwai... con alguna concesión tipo Two Door Cinema Club y algunos grupos locales. La parte de electrónica tiraba de djs que pinchaban zapatilla (lo cual no pegaba ni con cola con lo disfrutado anteriormente), y algún experimento majo como Orelha Negra (éxitos de la electrónica noventera con instrumentos en directo, como su fuera una banda de feria, pero tocando Chemical Brothers). Muy buen sonido en el escenario principal, bastante hórrido en la carpa, aunque mejoraba cuando te alejabas fuera del techo.

Es irónico que la mejor parte del festival en cuanto a electrónica es el bar-after que está de paso yendo al camping.

Precio: tan barato que uno tiene el peligro de acabar haciéndolo caro. El camping es la opción más barata, obviamente, pero la estancia en casas (que alquilan habitaciones, la casa entera, o incluso el jardín para acampar) no sale mucho más cara. La cerveza en Portugal y la comida es ese 10-20% más barato que te hace que descontroles el consumo. Aún así, y contando el desplazamiento, es el festival en el que menos dinero me he gastado.

Ambientillo: como si los guiris del FIB hablasen portugués. Obviamente los vecinos peninsulares son mayoría, pero también hay gallegos, madrileños, catalanes... en una mezcla de los ambientes del Primavera Sound y el FIB. Del Primavera viene mucho estilismo extremo, pero del FIB, el sentimiento de vacaciones y de que todo da igual, de un poco comuna. Obviamente el pueblo de Paredes no es tan grande como Benicassim, pero acoge igualmente a todos los veraneantes en bermudas y chanclas, que por la mañana van al río, por la tarde al festival, y por la madrugada, a las tiendas.

La experiencia del camping fue bastante positiva, y es otra cosa que da un poco el toque "campamento de verano con música" al Paredes de Coura. No es la cosa industrial y polvorienta del FIB, sino un camping de verdad, con muchos árboles, donde tienes que acceder con linterna, y te despiertas tranquilamente por la mañana cuando el sol asoma por la tienda, y mientras te desperezas vas viendo a tus vecinos, coges la bolsa de aseo, bajas a quitarte las legañas... no ha habido festival que me recordase tanto a los campamentos scout.

Durante los conciertos esta gente tiene dos pequeños defectos: son muy ruidosos, y no paran de dar palmitas. A destiempo, normalmente.

Comodidad: estuve en un camping, y aún así fue comodísimo. Pese a dormir en cuesta. Pese a que son ruidosos. Pese a que de vez en cuando sonaba una corneta haciendo tres o cuatro notas, en cualquier momento del día (y digo CUALQUIERA), y todo el camping, absolutamente todo, contestaba con un grito "Ole!". Pese a las arañas, al barro. Pese a unos baños infectos, los más asquerosos... ah no, que luego estuve en el Outlook. Bueno, pues pese a ese olor a mierda y a tener que aprenderse los horarios de los baños para poder ir sin vomitar, es un festival cómodo. Pese a las cuestas enormes, a las moscas al lado del río, y a que el recinto del festival tenga tantísimo polvo que el tercer día estaba ahogado.

Bueno, vale, no es cómodo por las razones expuestas. Pero algo hace que todo parezca menos, quizás un clima de euforia, o quizás que todo sea tan barato. O que en cualquier momento en un concierto puedas apartarte de donde estabas, ir a una barra donde nunca hay colas, y volver, sin dejar de ver el escenario. O que puedas estar en las primeras filas de Pulp sin morir. O que, ALBRICIAS, haya puestos de café solo, y un café magnífico, cada poquitos metros, dentro y fuera del recinto.

Actividades paralelas y feeling general como festival: muchísimas, y a todas horas, y que se disfrutan casi sin querer. Al contrario que el resto de festivales, el Paredes ACERCA las actividades a donde están los que disfrutan de los conciertos: hay lectura de poesía y conciertos de jazz todas las mañanas al lado del río, hay conciertos de grupos locales en la plaza del pueblo al lado de los sitios para comer, hay proyecciones. Pero quizá es lo del río lo que funciona como actividad paralela más clara. Erlend Oye tocaba con su amigo Erik como Kings of Convenience, y los dos se quedaron tan alucinados del clima del festival al lado del río que, directamente, iban todos los días, se juntaban con grupos de chavales, y tocaban la guitarra, felices de la vida. Es absolutamente bucólico. Sin duda, es el festival más bonito de los que he estado, y eso que en un principio no iba a ir. Muchísimas gracias desde aquí a @piterotoole por haberme convencido, porque aún no me he quitado la pulsera para recordar esos momentos de absoluto relax y risas, conociendo espontáneamente a gente que casi al momento se convirtieron en amigos, y amando la cerveza Superbock.




OUTLOOK FESTIVAL

Alrededor de noviembre del año pasado, en los foros de Primavera Sound, alguien habló de este festival, lo más en cuanto a recopilación de lo granado en la electrónica. En Croacia. Hubo uno que soltó la temible frase: "A que no hay huevos". Y de repente me vi soltando pasta, poco a poco, para un festival loco que iba a suceder dentro de muchos meses.

Outlook es un festival colonialista practicamente. Un invento inglés de montar todo lo que más ha pegado en pistas inglesas, unirlo a vuelos baratos y camping, y dejar sueltos a inglesitos e inglesitas para que lo disfruten. Es lo más burro, alocado y descerebrado que he podido disfrutar este año.

Música: inglesa electrónica. Exactamente lo que se lleva ahí, porque el Outlook Festival no es país para viejos. Dubstep en todas sus variantes, house, 2step, r'n'b, una sorprendente muestra de reggae (con algún directo), dub, drum n bass, hip hop, alguna tímida concesión al techno y al tech house. Es decir, NADA, absolutamente nada que ver con una Goa o carteles del Mondo, y notablemente alejado del Sónar: nada de mínimal, mucho de melódico. Lo que nos hizo gracia a los que íbamos ahí era que ponían una especie de greatest hits de lo sonado ese año, y que incluso cuando el single no había salido al mercado, la gente se lo conocía de memoria por los mixes del Fact, las boiler rooms o demás inventos de internet: esto pasó con los hits de Mosca, Joy Orbison y Scuba, hits que empezarán a sonar aquí, si suenan, aproximadamente en un año y medio.

En la mayor parte de las sesiones había un MC, el animador, normalmente negro, que no para de dar el coñazo con "Show me your hands if you want to show some appreciation!" y "Cmon Croatia! Make some noise". Pero es que estos MC son algo inherente a la cultura inglesa: los jovenes ingleses los obedecen, los admiran, los jalean, y hacen lo que el MC quiera. De hecho en cuanto no había MC, el público desaparecía.

Aparte de un recinto enorme, estaban unos barcos con djs. Ahí había un showcase de cada sello importante, de los cuales pude disfrutar el de Hessle Audio, todos insultantemente jóvenes, todos insultántemente brillantes, y con el MC coñazo de costumbre. Sol, barquito, dubstep y house, y cerveza. Sí, todo un planazo.

Ambientillo: inglés, puramente inglés, y muy joven, normalmente rodeando los 20 años. ¿En qué se notaba? En que eran guapos: recordad cómo a partir de los 23-24 años los ingleses se autodestruyen. Preguntando más, veías que muchos eran de oficios tipo carpintero o fontanero, que varios tenían sólo estas vacaciones durante el año, y que todos andaban drogados hasta las cejas. Inglesas también de belleza polar: o muy guapas, o rematadamente feas, normalmente pavísimas, con sus vestiditos del primark. Los más viejos del lugar éramos nosotros y algunos pinchas.

Lo que pasa en el Outlook es eso, que andarás por Croacia, por Pula, en mitad del Mediterráneo y con esas aguas alucinantes, pero sigue todo la regla de los ingleses.

Precio: el desembolso inicial es bárbaro. La entrada se acerca a los 180 euros, a lo que hay que añadir la estancia (hasta el camping cuesta pasta, pero no nos atrevimos a cogerlo), los aviones y el transporte. Es posible que entre una cosa y otra nos dejáramos unos 600 euros ANTES de ir al festival. Ahora, una vez ahí, Croacia no había entrado en el euro y las cosas andaban, más o menos, un 20-30% más baratas que en España. Teniendo en cuenta que en el festival, donde las cosas eran más caras, la cerveza de medio litro costaba 20 kunas (2,7 euros al cambio), pues te podía salir todo bastante bien. Ahora bien, uno acaba hasta las narices de cerveza, con lo que si te pasabas a copas ibas desembolsando 50 kunas, que ya se acerca a los 7 euros. La comida andaba por lo general por los 20 o 30 kunas, pero la ropa ya se disparaba de precio. Vale la pena, pues, hacer vida en los pueblos colindantes, donde la cosa baja de precio hasta lo inverosímil, pese a tratarse de restaurantes de turistas.

Comodidad: ay. He estado aguantando párrafos para no comentar nada, pero aquí está todo: incomodísimo, bestial, sólo apto para espíritus fuertes y a quien le de todo igual. Nosotros tirábamos de una casa alquilada (una casita con dos habitaciones, una de ellas servía de salón, cocina y dormitorio con tres camas a la vez) que llevaban unos encantadores encargados de un bar restaurante de materia prima muy decente. Ahora, llegar al recinto sólo era posible en coche, un coche que hay que dejar en un parking a... Esperad, mejor rebobino.

El único acceso barato a Croacia es a través de Venecia. De ahí puedes ir en un autobús sin aire acondicionado (de lo que nos enteramos después) o puedes alquilar un coche, cosa que hicimos, y cosa de la que me responsabilicé, conduciendo 3-4 horas hasta Croacia, pasando por carreteras decoradas de vez en cuando por puro brutalismo de hormigón en medio de los montes, por gris y verde, hasta que llegas al recinto del Outlook. Allí hay aglomeraciones y más aglomeraciones de gente, demostrando que en el Outlook Festival la organización es muy regulera. Tras una hora y media de recoger la entrada, y tras hacernos con la pulsera, vamos al pueblo más cercano a mendigar una mesa donde nos sirvan algo (y en esa zona la comida es de dos tipos: italiana, y carísima).

Y luego la rutina de cada día era dormir en un colchón infernal, ir al parking del outlook, caminar durante aproximadamente 1 kilómetro por un camino que comienza asfaltado y acaba siendo bosque, y una vez llegas ahí, disfrutar de todo ese terreno de piedras y polvo. Piedras. Polvo. Por todos lados piedras y polvo - incluso regalaban mascarillas - , y subir cuestas, bajar cuestas, en terrenos embarrados. Acabas hecho una auténtica mierda, acabas quedándote en el mismo escenario, te duelen los músculos el doble. Los baños son absolutamente infectos, letrinas, y no poliklyns. Sorteas ríos de meada. Los ingleses borrachos son especialmente torpes, y aunque se tropiecen y caigan en orines, se ríen y les da igual. La cerveza está templada, los refrescos siempre vienen sin hielo. Por supuesto, sentarse significa hacerlo en piedras o barro. La comida es hamburguesa mala, pollo malo, y como siempre los puestos veganos que son los que salvan el tipo (ya suficiente carne se toma uno durante la comida). Algunos de los escenarios son cerrados (atrapados entre paredes, con el olor infecto concentrado, y con accesos complicadísimos), y los djs pocas veces cogen el truco a la ecualización para que el megabass no signifique estar tras la turbina de un avión.

No, no es un festival cómodo.

Actividades paralelas y feeling general como festival: la actividad paralela más notable (y la única que recuerdo) son los Boat Trips, esas sesiones en barcos que una vez salen en venta duran aproximadamente 2 minutos antes de agotarse. Es algo recomendadísimo, porque junta la sensación de paseo en barco por, caray, las islas croatas del mediterráneo con un buen puñado de djs amenizándote todo.

Pero no hay que perder de vista el que el Outlook, con sus sesiones - muchas veces maravillosas, y ahí quedan las de Consequence, Instra:Mental, Scuba, Space Dimension Controller, Martyn o George Fitzgerald -, sus MCs y sus directos de reggae (y alguna cosa rara más que se pierde en el cartel), no es más que una rave de cuatro días. Una rave con escaleras que suben, escaleras que bajan, olor a mierda contínua, polvo que te ahoga, y eso, lo mejor de la electrónica escuchada en los UK, mientras bailas con el estudante pijo y el proletario precoz. Pero una rave. Por eso no volveremos. Y aprovecho para mandar un abrazote a toda la gente con la que fui, porque para haber sido tal tute, convivimos bastante mejor de lo esperado.


Y hasta aquí lo experimentado este año. Por ahora me quedan semanas con conciertos todos los días (como esta) y un Primavera Club, pero creo que a partir del año que viene, o voy acreditado o mejor me quedo en casa.

Bah, no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Disfruta, tú que ahora eres joven! Que después llegas a mi edad y... Bueno, y seguirás haciendo lo mismo :-)

Y que envidia ver Pulp en primera fila sin morir en el intento.